+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Jesús,
te agradezco por tener este momento de oración. Tú sales siempre a mi encuentro
y buscas acercarme a tu Corazón. Ayúdame a que durante esta oración te abra mi
mente y mi corazón, para que tu palabra me ayude a responder cada vez con más
ardor y coherencia a tu amor.
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 1-27
Había
cierto enfermo, Lázaro, que era de Betania, de la aldea de María y de Marta su
hermana. (María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con el
pelo, y su hermano Lázaro estaba enfermo). Las hermanas le enviaron recado:
Señor, mira que tu amigo está enfermo. Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no
es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la
gloria del Hijo de Dios. Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Al
enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aun así, dos días en el lugar donde
estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos:
Vamos
otra vez a Judea. Los discípulos le dijeron: Maestro, hace nada querían
apedrearte los judíos, y ¿vas a ir otra vez allí
Replicó
Jesús: ¿No hay doce horas de día? Si uno camina de día no tropieza, porque ve
la luz de este mundo; en cambio, si uno camina de noche, tropieza, porque le
falta la luz
Esto
dijo, y a continuación añadió Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido, pero voy a
despertarlo. Le dijeron los discípulos: Señor, si se ha dormido, se
salvará.
(Jesús
lo había dicho de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño
natural).
Entonces
Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no
haber estado allí, para que lleguéis a creer. Ea, vamos a verlo. Entonces
Tomás, es decir, Mellizo, dijo a sus compañeros: Vamos también nosotros a morir
con él.
Al
llegar Jesús, encontró que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos
habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano.
Al
enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba
sentada en la casa). Dijo Marta a Jesús: – Señor, si hubieras estado
aquí, no habría muerto mi hermano; pero, incluso ahora, sé que todo lo que le
pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: – Tu hermano resucitará.
Respondió
Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección del último día.
Le
dijo Jesús: – Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión,
aunque muera vivirá, pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá
nunca. ¿Crees esto? Ella le contestó: Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Palabra del Señor.
Reflexión
1.– Jesús desdramatiza la muerte.
“Nuestro amigo Lázaro está dormido”. Para Jesús,
la muerte es un sueño. Y, desde entonces, cambiará el nombre del lugar donde se
entierran los muertos. Ya no se llamarán “necrópolis” (ciudad de los muertos)
sino “cementerios” palabra griega que significa dormitorio. La muerte ya no es
lo irremediable, ni lo definitivo, ni el final del camino. Para Jesús la muerte
es una “pascua” es decir un “paso” para la auténtica vida. Podemos decir que el
que muere no ha llegado al fin, sino que ha cumplido su finalidad. Nos lo dejó
escrito el gran sacerdote español Martín Descalzo antes de su muerte ya
inminente: “Morir sólo es morir. Morir se acaba. Se acaba de sufrir y hacer
preguntas. Morir es tener paz y luz y casa juntas. Y hablar, dejando los
dolores lejos, la noche luz, tras tanta noche oscura” (El pájaro solitario). Y
puesto que la muerte es un sueño, los que creemos en Jesús podemos soñar. Y
necesitamos soñar mucho en estos momentos tan críticos que estamos viviendo en
España.
2.– Jesús está cerca de las personas que sufren la ausencia de
los que ya han muerto.
No hay duda de que Jesús tenía muchas cosas que
hacer. A veces, “ni le dejaban tiempo para comer”. Pero sacaba tiempo para
estar con las personas que sufrían. Por eso se hizo presente en casa de Marta y
de María, hermanas de Lázaro, a las que tanto quería. Y no las consuela con
palabras bonitas, sino haciéndose solidario en su dolor. “Y Jesús lloró”.
Nuestro Dios tiene sentimientos y no puede ver sufrir. Y hace de esas lágrimas,
expresión de amor. “Mirad cuanto le quería”. La cercanía con las personas que
sufren nos arranca lo mejor que tenemos: nuestra ternura. Y esa ternura la
expresamos con nuestras palabras, nuestros silencios, nuestro apretón de manos,
nuestros besos, nuestros abrazos o nuestras lágrimas. En esta hora, hasta se
nos priva de estas manifestaciones de cariño por razón del “corona-virus”. Que
Dios acepte este sacrificio como el mejor sufragio, la mejor oración por ellos.
3.– La muerte cristiana nos abre el horizonte hacia la verdadera
vida.
“Jesús gritó: Lázaro, sal fuera”. No olvidemos el
grito de Jesús en la Cruz. Gritó cuando ya no podía ni hablar. No es un grito
de derrota. Es un grito de victoria. Es un grito de parturienta que
anuncia ya una nueva vida. Pero Lázaro salió atado con las vendas, es
decir, sujeto al espacio y al tiempo, para después también morir. ¿Por qué
Jesús no prolonga a todos un poco más esta vida? Simplemente porque a Dios no
le va el hacer chapuzas. Prolongar más esta vida sería prolongar el dolor y el
sufrimiento y crear muchos problemas. Dios quiere para nosotros su propia vida
de resucitados. Vivir para no volver ya a morir. Resucitar para entrar
definitivamente en la vida de Dios. “Me voy a prepararos sitio para que donde
yo esté, estéis también vosotros”. Palabras consoladoras de Jesús para todos
aquellos que, en estos días de la pandemia, han perdido a algún ser querido.
Para la reflexión
personal
a) ¿Me
estoy preparando para desdramatizar la muerte cuando llegue? ¿Cómo?
b) ¿Me
gusta estar cerca de las personas que han perdido algún ser querido y
expresarles mi cariño?
c) ¿Y
cuando las circunstancias no me dejan tener estas manifestaciones explícitas?
d) ¿Estoy
convencido de que Jesús no hubiera venido a este mundo para dejar todo como
estaba? ¿Me lo creo?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Parafraseando el
Salmo
20-20
Señor, Dios nuestro,
¿qué quieres de nosotros?
¿qué esperas de
nosotros?
Estamos inquietos
temerosos
angustiados
ante un virus
demoníaco
que está poseyendo
nuestros cuerpos
y nuestras almas.
Señor, Dios nuestro,
¿qué quieres de
nosotros?
¿qué esperas de
nosotros?
Estamos recluidos en
casa
con las puertas
cerradas,
con el teléfono abierto
para dar y recibir
noticias de la familia
y de los vecinos,
con la radio y la
televisión encendidas
para saber, en tiempo
real,
el avance del virus
y el número de muertos.
Señor, Dios nuestro,
¿qué quieres de
nosotros?
¿qué esperas de
nosotros?
Estamos dando lo mejor
de cada uno
para ayudar a los demás,
rezando para que pase
esta plaga
para que acabe esta
guerra,
agradecidos a las
personas que nos protegen.
Señor, Dios nuestro,
¿qué más quieres de
nosotros?
¿qué más esperas de
nosotros?
Señor, Dios nuestro,
escucha nuestro grito,
atiende nuestra oración,
fortalécenos la Fe
la Esperanza
y el Amor.
Señor, Dios nuestro,
danos Luz en la
oscuridad
Fuerza en la debilidad
Confianza en la
inseguridad.
“Aunque camine por
valles tenebrosos
nada temo
porque Tú, mi Dios, vas
conmigo
tu vara y tu cayado me
sosiegan” (Salmo 23).
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía: yo quiero ser siempre un miembro
vivo del cuerpo de la Iglesia.
Ayúdame a evitar el pecado,
perseverando en la lucha, para permanecer muy unido a tu Hijo, quien es la
Resurrección y la Vida.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS