+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor
Jesús, quiero ser santo. Quiero serlo de corazón. Si por el Bautismo he nacido
verdaderamente de lo alto, concédeme vivir de acuerdo a tu admirable sacramento
de amor. Que, encontrándome intensamente contigo en esta oración, pueda dar un
valiente testimonio de Ti a todos los que te buscan.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Buen
Jesús, quiero ser santo, pero soy frágil. Mírame con ternura y apiádate de mí.
Enséñame a ser santo y dame la gracia de nacer de lo alto. Si ayer flaqueé, hoy
prometo cooperar al máximo de mis capacidades y posibilidades para amar.
Del santo Evangelio según san Juan 3, 7-15
En
aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "No te extrañes de que te haya dicho:
Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido,
pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del
Espíritu". Nicodemo le preguntó entonces: "¿Cómo puede ser
esto?"
Jesús
le respondió: "Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro
que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos
visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo
de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie
ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el
cielo. Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida
eterna".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, Jesús nos expone la
dificultad de prevenir y conocer la acción del Espíritu Santo: de hecho, «sopla
donde quiere» (Jn 3,8). Esto lo relaciona con el testimonio que Él mismo está
dando y con la necesidad de nacer de lo alto. «Tenéis que nacer de lo alto» (Jn
3,7), dice el Señor con claridad; es necesaria una nueva vida para poder entrar
en la vida eterna. No es suficiente con un ir tirando para llegar al Reino del
Cielo, se necesita una vida nueva regenerada por la acción del Espíritu de
Dios. Nuestra vida profesional, familiar, deportiva, cultural, lúdica y, sobre
todo, de piedad tiene que ser transformada por el sentido cristiano y por la
acción de Dios. Todo, transversalmente, ha de ser impregnado por su Espíritu.
Nada, absolutamente nada, debiera quedar fuera de la renovación que Dios
realiza en nosotros con su Espíritu.
Una
transformación que tiene a Jesucristo como catalizador. Él, que antes había de
ser elevado en la Cruz y que también tenía que resucitar, es quien puede hacer
que el Espíritu de Dios nos sea enviado. Él que ha venido de lo alto. Él que ha
mostrado con muchos milagros su poder y su bondad. Él que en todo hace la
voluntad del Padre. Él que ha sufrido hasta derramar la última gota de sangre
por nosotros. Gracias al Espíritu que nos enviará, nosotros «podemos subir al
Reino de los Cielos, por Él obtenemos la adopción filial, por Él se nos da la
confianza de nombrar a Dios con el nombre de “Padre”, la participación de la
gracia de Cristo y el derecho a participar de la gloria eterna» (San Basilio el
Grande).
Hagamos
que la acción del Espíritu tenga acogida en nosotros, escuchémosle, y
apliquemos sus inspiraciones para que cada uno sea —en su lugar habitual— un
buen ejemplo elevado que irradie la luz de Cristo.
Para la reflexión personal
a) En
esta Pascua estamos llamados a experimentar la vida, la alegría, la esperanza
que nos trae el Resucitado. Y dar testimonio. ¿Cómo vas a responder a esta
llamada?
b) Cuéntaselo
a Dios.
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO
CON DIOS. ¡ORA!
Gracias,
Señor Jesús, porque te has despojado de tu condición divina y has bajado de lo
alto para amarnos y enseñarnos a amar. Ya que por el Bautismo has derramado tu
Espíritu Santo sobre mí, concédeme vivir ahora y siempre según este don,
poniendo los medios necesarios para santificarme a través del testimonio de Ti,
en todo momento y en todo lugar.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
nuestra: el tiempo que pasaste todavía en
la tierra después de que Jesús subió a los cielos fue especialmente precioso
para la primera comunidad cristiana. Tu sola presencia les daba mucha paz y,
sobre todo, tus palabras y te ejemplo los enriquecían.
El libro
de los Hechos de los Apóstoles deja constancia de que los discípulos
permanecían muy unidos contigo en oración. Tú eres Madre de la Iglesia, y sigues
ahora cuidando esa unidad.
Nosotros,
tus sacerdotes, tenemos la gran responsabilidad para mantener unido al Cuerpo
Místico de Cristo, que es también su esposa, la Iglesia.
Pero el
cuerpo tiene muchos miembros, y algunos son más importantes que otros, porque
de su buen funcionamiento depende en buena parte el de los demás.
El
corazón se encarga de purificar la sangre, y las arterias y venas se encargan
de conducirla por todo el cuerpo, llevando el alimento a todos los miembros.
Así tus
sacerdotes, hemos de llevar a todo el pueblo de Dios el alimento de vida
eterna, que brota del Corazón de Cristo. Carne y Sangre del Cordero sin mancha,
que quita los pecados del mundo. El corazón de la Iglesia, que es Eucaristía.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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