lunes, 31 de agosto de 2020

El Espíritu del Señor está sobre mí.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, vengo a la oración con el corazón abierto de par en par, porque “tus caminos no son nuestros caminos”. Tus caminos son anchos, tus miras son grandiosas, tus proyectos de salvación son inabarcables. Los caminos de los hombres son estrechos y mezquinos. Tú quieres la salvación para todos y no para unos pocos; Tú quieres que el amor y la gracia se apoderen de la ira y la venganza. 

 

Del santo Evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito:


El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”.

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ ”.

Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Palabra del Señor.

                                                                                         

Reflexión

Hoy, «se cumple esta escritura que acaban de oír». Con estas palabras, Jesús comenta en la sinagoga de Nazaret un texto del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido». Estas palabras tienen un sentido que sobrepasa el concreto momento histórico en que fueron pronunciadas. El Espíritu Santo habita en plenitud en Jesucristo, y es Él quien lo envía a los creyentes.

Pero, además, todas las palabras del Evangelio tienen una actualidad eterna. Son eternas porque han sido pronunciadas por el Eterno, y son actuales porque Dios hace que se cumplan en todos los tiempos. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, hemos de recibirla no como un discurso humano, sino como una Palabra que tiene un poder transformador en nosotros. Dios no habla a nuestros oídos, sino a nuestro corazón. Todo lo que dice está profundamente lleno de sentido y de amor. La Palabra de Dios es una fuente inextinguible de vida: «Es más lo que dejamos que lo que captamos, tal como ocurre con los sedientos que beben en una fuente» (San Efrén). Sus palabras salen del corazón de Dios. Y, de ese corazón, del seno de la Trinidad, vino Jesús —la Palabra del Padre— a los hombres.

Por eso, cada día, cuando escuchamos el Evangelio, hemos de poder decir como María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38); a lo que Dios nos responderá: «Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír». Ahora bien, para que la Palabra sea eficaz en nosotros hay que desprenderse de todo prejuicio. Los contemporáneos de Jesús no le comprendieron, porque lo miraban sólo con ojos humanos: «¿No es este el hijo de José?». Veían la humanidad de Cristo, pero no advirtieron su divinidad. Siempre que escuchemos la Palabra de Dios, más allá del estilo literario, de la belleza de las expresiones o de la singularidad de la situación, hemos de saber que es Dios quien nos habla.

 

Para la reflexión personal

 

Es un evangelio lleno de contrastes: la palabra de salvación que trae Jesús y la voluntad asesina de sus vecinos.

 

a)    ¿De qué formas concretas podemos colaborar hoy con Jesús para liberar a los oprimidos y servir a los pobres?

 

b)   ¿A quiénes consideramos profetas actualmente en nuestro mundo? ¿Cómo es recibido su mensaje y su testimonio?

 

Medita la oración hecha canción.

 

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ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María su maternal ayuda.

 

Madre mía: la misión que yo tengo es muy grande. Tu Hijo me envía como profeta del amor, para convertir los corazones.

No ha faltado, en la historia de la Iglesia, que se juzgue a tus enviados, a tus profetas, a tus sacerdotes, porque nuestra misión, en buena parte, incluye transmitir la palabra de tu Hijo, que no siempre es bien recibida, porque compromete.

Necesito tu protección cuando venga la persecución, la crítica, los falsos juicios. Dame tu ayuda y tu consuelo, para cumplir muy bien con lo que me pide Dios.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

domingo, 30 de agosto de 2020

Apártate de mí, Satanás.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Pedro, que acababa de ser reconocido como la «roca» del grupo, es llamado ahora «piedra» de tropiezo, incluso «Satanás», es decir, «adversario» diabólico. Había contestado bien –estaba en la ortodoxia-, pero en su seguimiento efectivo se hallaba diametralmente opuesto al Maestro. 

 

Del santo Evangelio según san Mateo 16, 21-27

En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.


Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti". Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!".

Luego Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

“Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo”. La frase por sí misma parece de ficción. ¿Quién puede tener el derecho de reprender a Jesús? Probablemente Pedro en ese momento habrá tenido sus motivaciones. No estaba loco para actuar así. Momentos antes Jesús mismo le había dicho que su confesión de fe era fruto de la revelación del Padre y que él era la roca sobre la cual iba a edificar su Iglesia. Ahora pretende ponerse en el camino de Jesús para impedir que suba a Jerusalén a ser crucificado. ¿Qué pasó? ¿Cómo puede operarse un cambio así en la mente y el corazón?

Estas preguntas nos interpelan también a nosotros. También nosotros, muchas veces, damos esos giros a veces inexplicables. Nos comprometemos a algo, experimentamos que el camino es claro y debemos avanzar por él y de pronto, tal vez por la aparición de algún obstáculo o dificultad, la realidad nos cambia de color y cambiamos de opinión, emprendemos otro rumbo. El Señor, luego de poner a Pedro en su sitio, le da (y en él a todos nosotros) una clave fundamental: «tú piensas como los hombres, no como Dios». He ahí una razón que nos puede ayudar a comprender ese cambio de perspectiva en Pedro que lo lleva a interponerse en el camino de Jesús.

Ante esto, cabe la pregunta: ¿qué significa “pensar como los hombres” y qué “pensar como Dios”? Con esa afirmación, el Señor nos enseña que detrás de muchas de nuestras actitudes están esos “pensamientos” en los cuales, de alguna manera, se sustenta nuestra valoración de las cosas y por ende las opciones que tomamos. Inmediatamente el Maestro lleva el tema a un punto medular: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Pedro se escandaliza cuando Jesús anuncia que va a Jerusalén a sufrir y a morir; Jesús, con caridad y firmeza, le muestra que sus pensamientos no son los de Dios y delinea con toda claridad el camino que todo aquel que quiera ser su discípulo (y por tanto ser cristiano) debe recorrer: negación de uno mismo, cargar la cruz y seguirlo.

Notemos que el Señor Jesús no se queda corto en explicitar que seguirlo es un camino exigente e implica la disposición de renunciar a todo por Él. Seguirlo, pues, no es un mero “acompañarlo”, estar con Él a veces y otras no. Hay una exigencia de totalidad que muchas veces, incluso gráficamente, se concentra precisamente en la cruz.

 

Para la reflexión personal

 

a)    ¿Qué hubiéramos respondido nosotros ante el anuncio de la pasión que Jesús dirigió a los suyos?

 

b)   ¿Cómo vivimos el sufrimiento cuando toca a nuestras puertas?

 

c)   ¿Qué significa para nosotros «perder la vida por Jesús»?

 

Medita la oración hecha canción.

 

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ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

Pidámosle a María, nuestra Madre, su maternal ayuda.

 

Madre nuestra: cuando Jesús decía que era necesario que fuera condenado a muerte, tú sabías, mejor que nadie, de qué género de muerte estaba hablando. Y sufría tu corazón de Madre, no sólo por los padecimientos de tu Hijo, sino por la causa de esos padecimientos.

Cuando llegó el momento, estuviste firme al pie de la Cruz, mirando el rostro de Jesús, encontrando su mirada, que reflejaba dolor, amor, esperanza. Veías su esfuerzo, su sacrificio, su silencio, su entrega, porque todo lo soportaba.

Tú estabas allí, entregándote con Él, con tu mirada fija en Él, sin importarte la humillación ni el desprecio, consintiendo el momento y aceptando el sufrimiento, ofreciendo a tu Hijo y ofreciéndote con Él.

Tus ojos sólo lo veían a Él. Tus oídos sólo lo escuchaban a Él. Y junto a ti estaba un hombre que sufría mucho, pero que se mantuvo de pie contigo.

Yo también quiero mantenerme de pie contigo. Ayúdame, Madre, a aceptar mi cruz de cada día, para seguir a Jesús.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

viernes, 28 de agosto de 2020

Dennos un poco de su aceite.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, hoy te quiero dar gracias porque siempre has pensado en positivo, en querer alegrarnos la vida, en que fuéramos felices. Tus palabras, tus gestos, tu vida, así nos lo manifiestan. Si por definición, el gozo es la posesión del amor, te pido que dilates cada día mi corazón para amar cada vez más y mejor, hasta llegar a participar del gozo perfecto que eres Tú.

 

Del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.


A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

Hoy, Señor nos recuerda en el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, «no saben ni el día ni la hora».

Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.

Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es mejor que vayan donde los vendedores y lo compren». Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.

No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.

Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad les digo que no les conozco», es decir, «no han tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.

 

Para la reflexión personal

 

a)   ¿Quién no desea participar en una fiesta? Jesús quiere invitarnos, pero también quiere advertirnos de que son necesarias unas condiciones previas para entrar en ella.

 

b)   ¿Por qué a las jóvenes necias no se les dio una segunda oportunidad para ser admitidas a la boda?

 

c)   ¿Qué supone para nosotros la invitación a entrar en la fiesta del Reino?

 

d)   ¿Cómo podemos prepararnos para estar vigilantes y no caer en la rutina?

 

Medita la oración hecha canción.

 

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ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a San Agustín su ayuda.

 

San Agustín: te imagino en el cielo vestido de obispo, con barba, llevando el báculo en la mano. Tu rostro expresa una gran sabiduría.

Eres Doctor de la Iglesia, y tus escritos tienen un valor perenne. Buscaste afanosamente la verdad, y la encontraste en Dios. Te llamó, clamó, quebró tu sordera y curó tu ceguera. Y te diste cuenta de que Él estaba dentro de ti.

Yo quiero también exhalar el perfume de Dios, gustar de Él, tocarlo y desear con ansia la paz que sólo de Él procede. Ayúdame.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

jueves, 27 de agosto de 2020

¿A qué hora viene el ladrón?

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, a primera vista este evangelio me asusta, me produce respeto, incluso miedo. Pero quiero leerlo con la intención con que Tú hablaste de él. No te va a ti el meter miedo, asustar, intimidar. Todo lo contrario: Nos hablas de tesoros y perlas; de comidas y banquetes; de brisas y no de huracanes; de bodas y no de entierros. Gracias, Señor, porque tu lenguaje me ayuda a vivir..

 

Del santo Evangelio según san Mateo 24, 42-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.


Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionará oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes.

Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas. Entonces todo será llanto y desesperación".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

Hoy, el texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor: «No saben qué día vendrá». Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... Quizá hoy nos hablaría de un portero de fútbol que no sabe cuándo ni de qué manera le vendrá la pelota...

Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?

«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20).

Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos —repentinamente— una inspiración inesperada, esto volverá a pasar.

 

Para la reflexión personal

 

Para nosotros, la venida del Hijo del hombre puede designar tanto la segunda y definitiva venida de Cristo como la venida diaria de Dios a nuestras vidas.

 

a)    a)    ¿Qué signos concretos expresan que la Iglesia vive hoy la actitud vigilante ante la segunda venida del Señor?

 b)   ¿Cómo mantenemos la vigilancia para descubrir cada día a Dios en nuestras vidas?

 

Medita la oración hecha canción.

 

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ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a María su maternal ayuda.

 

Madre mía: tus preciosas lágrimas son irresistibles para Dios. Pienso, sobre todo, en aquellas que derramaste al pie de la Cruz de Jesús, uniéndote a los sufrimientos de tu Hijo, pidiéndole por la conversión de todos los hombres.

Y pienso también en aquellos otros momentos, cuando se cumplió en ti la profecía del anciano Simeón, de que una espada de siete filos atravesaría tu alma.

Pienso ahora en esas lágrimas que sigues derramando por la conversión de todos los hombres, y confío en que Dios te concede todo lo que le pides, alegrándome en su infinita misericordia.

Yo me acojo a esas lágrimas de dolor, de súplica, de pena, de perdón, de compasión, de duelo, de desolación y de consuelo. A tus lágrimas de Madre, para que intercedas por mí, pidiendo la gracia de mi conversión.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

miércoles, 26 de agosto de 2020

Otra vez: ¡Ay de ustedes!

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, hoy el tema de la oración es sugerente. Me enseñas a vivir con limpieza, con transparencia, con sinceridad. Nada te molesta tanto como una vida  apoyada en la mentira. Dame tu gracia para vivir sin doblez, para ser lo que soy, para vivir en íntima coherencia entre lo que vivo y lo que hago. Que mi mejor predicación sea la vida misma.

 

Del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32

En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque son semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre! Así también ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.


¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque les construyen sepulcros a los profetas y adornan las tumbas de los justos, y dicen: ‘Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, nosotros no habríamos sido cómplices de ellos en el asesinato de los profetas’! Con esto ustedes están reconociendo que son hijos de los asesinos de los profetas. ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

Hoy, como en los días anteriores y los que siguen, contemplamos a Jesús fuera de sí, condenando actitudes incompatibles con un vivir digno, no solamente cristiano, sino también humano. Viene a confirmar que la sinceridad, la honradez, la lealtad, la nobleza..., son virtudes queridas por Dios y, también, muy apreciadas por los humanos.

Para no caer, pues, en la hipocresía, tengo que ser muy sincero. Primero, con Dios, porque me quiere limpio de corazón y que deteste toda mentira por ser Él totalmente puro, la Verdad absoluta. Segundo, conmigo mismo, para no ser yo el primer engañado, exponiéndome a pecar contra el Espíritu Santo al no reconocer los propios pecados ni manifestarlos con claridad en el sacramento de la Penitencia, o por no confiar suficientemente en Dios, que nunca condena a quien hace de hijo pródigo ni pierde a nadie por el hecho de ser pecador, sino por no reconocerse como tal. En tercer lugar, con los otros, ya que también —como Jesús— a todos nos pone fuera de sí la mentira, el engaño, la falta de sinceridad, de honradez, de lealtad, de nobleza..., y, por esto mismo, hemos de aplicarnos el principio: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para nadie».

Estas tres actitudes —que podemos considerar de sentido común— las hemos de hacer nuestras para no caer en la hipocresía, y hacernos cargo de que necesitamos la gracia santificante, debido al pecado original ocasionado por el “padre de la mentira”: el demonio.

María no se pasa en palabras, pero su sí al bien, a la gracia, fue único y veraz; su no al mal, al pecado, fue rotundo y sincero.

 

Para la reflexión personal

 

En las palabras que Jesús dirige a los fariseos y maestros de la Ley demuestra un profundo conocimiento del corazón humano.

 

a)   ¿Con qué imagen o con qué palabras definiríamos hoy la hipocresía?

 

b)   Ante este discurso condenatorio de Jesús, ¿cómo calificaríamos nuestra propia vida: «sepulcro blanqueado», «justa por fuera», «sencilla», «recta de corazón»?

 

c)   ¿En qué momentos tendemos a proyectar en los demás nuestra propia responsabilidad, tal como hacían los fariseos?

 

Medita la oración hecha canción.

 

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ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a María su maternal ayuda.

 

Madre mía: yo creo, adoro, espero y amo. Pido perdón por todos los que no creen, no adoran, no esperan y no aman.

Y pido perdón por todas las veces en que he sido yo el que no cree, no adora, no espera y no ama.

Sé que a Dios le ofenden todos los pecados, pero también sé que le deben doler más los cometidos por los hombres más favorecidos por Él. Yo debo luchar especialmente por evitar todos los pecados, amando a Dios por sobre todas las cosas.

Ayúdame, Madre, a no ofender a Jesús, y a mantener muy limpia mi alma.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

La vida pasa rápido

  Esta vida pasará rápido,  no pelees con la gente,  no critiques tanto tu cuerpo. No te quejes tanto. No pierdas el sueño por las facturas....