+ En el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Oración inicial
Señor, Padre mío, hoy coloco delante de ti mi
debilidad, mi vergüenza, mi lejanía; no escondo mi deshonestidad e infidelidad,
porque tú todo lo conoces y lo ves, hasta el fondo, con los ojos de tu amor y
de tu compasión. Te ruego, buen médico, derrama sobre mi herida el ungüento de
tu Palabra, de tu voz que me habla, me llama y me amaestra. No me quites tu
don, que es el Espíritu Santo: deja que sople sobre mí, como aliento de vida,
de los cuatro vientos; que me cubra como lengua de fuego y que me inunde como
agua de salvación; envíalo para mí de tus cielos santos, como columna de
verdad, que me anuncie también para hoy, que tú eres y me esperas, me tomas de
nuevo contigo, después de todo, como al primer día, cuando tú me plasmaste, me
creaste y me llamaste. Amén.
Del santo Evangelio
según san Lucas 16,
1-13
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Había una vez un hombre rico
que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado
sus bienes. Lo llamó y le dijo: `¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame
cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces
el administrador se puso a pensar: `¿Que voy a hacer ahora que me quitan el
trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir
limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su
casa, cuando me despidan’.
Entonces fue llamando uno por
uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: `¿Cuánto le debes a mi
amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo:
‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al
siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Éste respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El
administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’.
El amo tuvo que reconocer que
su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a
este mundo son más hábiles en sus negocios, que los que pertenecen a la luz.
Y yo les digo: Con el dinero,
tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los
reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en
las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las
grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de
injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles
en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?
No hay criado que pueda servir
a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y
despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al
dinero".
Palabra del Señor.
Algunas
preguntas
a) Como todo cristiano,
también yo soy “un administrador” del Señor. El Hombre rico de nuestra
existencia, el Único que posee bienes y riquezas. ¿Qué es lo que rige mi
pensamiento y por consiguiente, mis elecciones, mis acciones de cada día y mis
relaciones?
b) La vida, los bienes, los
dones que mi Padre me ha dado, estas infinitas riquezas, que valen más que nada
en el mundo: ¿las estoy malgastando, tirando como perlas a los puercos?
c) El administrador infiel,
pero sabio, sagaz, de improviso cambia de vida, cambia las relaciones, medidas,
pensamientos. Hoy es un nuevo día, es el principio de una nueva vida, dirigida
por la lógica del perdón, de la distribución: ¿sé que la verdadera sabiduría
está escondida en la misericordia?
d) “O amará al uno, o amará
al otro...” ¿De quién quiero ser siervo? ¿En casa de quién quiero vivir? ¿Junto
a quién quiero vivir mi vida?
Oración final
Señor,
gracias por este tiempo pasado contigo, escuchando tu voz que me hablaba con
amor y misericordia infinita; siento que mi vida está sana, sólo cuando
permanezco contigo, en ti, cuando me dejo recoger por ti. Tú has cogido entre
tus manos mi avaricia, que me vuelve seco y árido, que me encierra y me deja
triste y solo; has escuchado mi avidez insaciable, que me llena de vacío y de
dolor; has aceptado y tomado sobre ti mi ambigüedad e infidelidad, mi cojear,
cansado e indeciso...Señor, ¡soy feliz cuando me abro a ti y te muestro todas
mis heridas! Gracias por el bálsamo de tus palabras y de tus silencios Gracias
por el soplo de tu Espíritu, que envía fuera el hálito del mal, del enemigo.
Señor, yo he
robado, lo sé, me he quedado con lo que no era mío, lo he escondido, lo he
malgastado, desde hoy quiero empezar a restituir, quiero vivir mi vida como un
don siempre multiplicado y compartido con los demás. Mi vida es poca cosa, pero
en tus manos se convertirá en barriles de aceite, medidas de grano, consolación
y alimento para mis hermanos y mis hermanas.
Señor, no
tengo más palabras delante de tu amor tan grande y desbordante, pero hago sólo
una cosa: abro las puertas de mi corazón, y con una sonrisa, acogeré a todos
aquellos que tú me envíes.
Amén.
Termina esta oración rezándole a
María.
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo. Amén.
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo. Amén.
+ En el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo.
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