viernes, 20 de septiembre de 2019

San Mateo, Apóstol y Evangelista


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor Jesús, te doy gracias por tener unos momentos para estar Contigo. Tú sabes cuánto anhelo ser tu amigo y poder vivir cada vez más cerca de ti. Ayúdame a escucharte en el Evangelio y a que este momento de oración dé muchos frutos en mi vida
  

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 9-13

En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús los oyó y les dijo: "No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
Palabra del Señor.

Lee estas palabras del Papa Francisco que te ayudarán a interiorizar el Evangelio:

¿Alguno de nosotros no es pecador? Si hubiera alguno, ¡que levante la mano! Todos somos pecadores, ¡todos! ¡Todos somos pecadores! Pero la gracia de Jesucristo nos salva del pecado: ¡nos salva! Todos, si acogemos la gracia de Jesucristo, Él cambia nuestro corazón y de pecadores nos hace santos. Para llegar a ser santos no es necesario volver los ojos y mirar allá, o tener un poco cara de estampita. No, no, ¡no es necesario esto! Una sola cosa es necesaria para hacerse santos: acoger la gracia que el Padre nos da en Jesucristo. Esto es. Esta gracia cambia nuestro corazón. Nosotros seguimos siendo pecadores, porque todos somos débiles, pero también con esta gracia que nos hace sentir que el Señor es bueno, que el Señor es misericordioso, que el Señor nos espera, que el Señor nos perdona, esta gracia grande, que cambia nuestro corazón.


Y, decía el profeta Ezequiel, que de un corazón de piedra lo cambia en un corazón de carne. ¿Qué quiere decir esto? Un corazón que ama, un corazón que sufre, un corazón que se alegra con los demás, un corazón lleno de ternura hacia quien, llevando impresas las heridas de la vida, se siente en la periferia de la sociedad. El amor es la mayor fuerza de transformación de la realidad, porque derriba los muros del egoísmo y colma las fosas que nos tienen alejados a unos de otros. Y esto es el amor que viene de un corazón cambiado, de un corazón de piedra que es transformado en un corazón de carne, un corazón humano. Y esto lo hace la gracia, la gracia de Jesucristo que todos nosotros hemos recibido.


Hagamos nuestra oración, escuchando el Padre Nuestro, las palabras de Jesús, que nos llegaron por medio de los apóstoles, en arameo.

  
Consagración a María

Pidamos la intercesión de nuestra Madre rezando:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


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