jueves, 3 de octubre de 2019

San Francisco de Asís, ¡ruega por nosotros!


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Te pido, Señor, que me ayudes a poner toda mi mente y corazón en este momento de oración. Sé que Tú siempre estás conmigo y que los frutos del encuentro contigo son un don de tu amor que yo me esforzaré por atesorar y llevar a la práctica en mi vida.


Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo: "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Por eso el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo".
Luego, Jesús dijo a sus discípulos: "El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado".
Palabra del Señor.


Reflexión

Jesús compara Cafarnaúm a esta terrible Babilonia que destruyó la monarquía y el templo y llevó al pueblo al cautiverio del cual no se recuperó nunca jamás. Al igual que Babilonia, Cafarnaúm pensaba ser algo, pero fue a parar en la sima del infierno.
El evangelio de Mateo compara Cafarnaúm con la ciudad de Sodoma, símbolo de la peor perversión, que fue destruida por la ira de Dios (Gen 18,16 a 19,29). Sodoma se hubiese convertido si hubiese visto los milagros que Jesús hizo en Cafarnaúm (Mt 11,23-24).
Hoy sigue la misma paradoja.
Muchos de nosotros, que somos católicos desde la infancia, tenemos tantas convicciones consolidadas, que nadie es capaz de convertirnos.
Y en algunos lugares, el cristianismo, en vez de ser fuente de cambio y de conversión, se ha vuelto el reducto de las fuerzas más reaccionarias de la política del país.


Un poco del santo del día:

Hoy celebramos a san Francisco de Asís.
Sin duda, el más universal y representativo signo de la pobreza y la sencillez, no solo para los creyentes sino para todo el mundo. Francisco fue más que pequeño: ¡quiso ser menor!, siempre menos que…
Cuentan de Francisco, que allá por el año 1208, recién terminada la reparación de la iglesia de San Damián, solía vestir con túnica, sandalias, cinturón de cuero y bastón; usaba alforja y recibía limosnas, hasta que un día, en misa, oyó el pasaje evangélico y exclamó: "Eso es lo que buscaba, y lo que quiero practicar con todo mi corazón", y se desnudó de nuevo. En adelante no quiso tener nada más.
De vez en cuando la Historia nos regala personas que hacen realidad lo que muchos soñamos o teorizamos. Francisco vivió la pobreza y sencillez del Evangelio de una manera tan real, que parece no imitable. Quizá es don particular de Dios a Francisco y en él, a la Iglesia y al mundo. Pero a nosotros, al menos, sí puede Dios ayudarnos alimentando nuestro deseo, nuestra fe y nuestra esperanza de vivir en semejante desnudez (más allá de los bienes materiales). ¡Poneos en camino!, dice Jesús en el Evangelio de hoy; quizá esa sea la clave. ¡No estar quietos!, somos enviados, ir desnudos, sin historias ni complicaciones ni ambiciones extrañas… sin nada.
Porque una tentación es que, al ver que no somos Francisco y que no dejamos la alforja ni las sandalias…, dejemos de preguntarnos cada día por nuestra particular desnudez, pobreza, sencillez, disponibilidad evangélica.
Vayamos en medio del mundo, y aun así, desnudos, sin nada.
Siempre menores.


Para la reflexión personal

a)   Mi ciudad y mi país, ¿merecen la advertencia de Jesús contra Cafarnaúm, Corozaín y Betsaida?

b)  ¿Cómo me identifico con Jesús?


Medita y piensa en San Francisco, el menor, entre los menores.


pero también recomiendo:



Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María con la oración de San Francisco a nuestra Madre.

Salve, Señora,
santa Reina
santa Madre de Dios, María,
que eres virgen hecha Iglesia,
y elegida por santísimo Padre del cielo,
que te consagró
con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en quien estuvo y está toda plenitud
de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo,
salve tabernáculo suyo,
salve casa suya.
Salve vestidura suya;
salve esclava suya;
salve, Madre suya;
y todas ustedes las santas virtudes,
que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo
son infundidas en los corazones de los fieles,
para hacerlos de infieles,
fieles de Dios.



+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Padre José Luis Romero Landeros


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