domingo, 13 de octubre de 2019

Domingo con el Señor: Vete, tu fe te ha salvado.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, puesto en tu presencia te pido que me ayudes a disponer mi corazón para acoger tu Palabra y hacerla vida en mí.



Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 11-19

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: "¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!"
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.
Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús: "¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?" Después le dijo al samaritano: "Levántate y vete. Tu fe te ha salvado".
Palabra del Señor.



Reflexión

Jesús camina y atraviesa Samaria y Galilea; se acerca lentamente a Jerusalén, visita todo, no deja nada sin visitar, no deja nada no tocado por su mirada de amor y de misericordia.
Jesús entra en una aldea, que no tiene nombre, porque es el lugar, es la vida de todos y aquí encuentra a diez leprosos, hombres enfermos, ya tocados por la muerte, excluidos y lejanos, marginados y despreciados. Inmediatamente acoge su oración, que es un clamor que brota del corazón y los invita a que entren en Jerusalén, a que no se queden lejos, sino a que alcancen el corazón de la Ciudad santa, el templo, a los sacerdotes. Los invita a que vuelvan a la casa del Padre.
La lepra es una enfermedad terrible. Muchos pueblos —entre ellos el hebreo— sufrían la constante amenaza de esta plaga infecciosa. No se conocía su cura, y para tratar de contener los contagios, los leprosos eran reunidos en villas (leprosarios) alejados de las ciudades.
San Damián de Molokai, ofreció su ministerio
en bien de los leprosos.
Con todos los adelantos técnicos y médicos con los que hoy se cuentan, todavía es un flagelo para muchísimas de personas que ven sus cuerpos desfigurados y experimentan, muchas veces, el rechazo, la vergüenza, la marginación y la soledad.
Imaginemos cuán dura y difícil sería la situación hace más de 2000 años. Jesús se encuentra con 10 hombres que vivían esta durísima situación. Eran considerados hombres impuros y nadie osaba acercarse a ellos pues la legislación de la ley de Moisés era inequívoca al respecto (ver Lev 13,1-9). El Señor escucha la súplica de estos 10 hombres y pone de manifiesto su libertad respecto de la ley antigua. Habla con ellos y recordemos que en otros encuentros con leprosos se acerca a ellos, incluso los toca. Los 10 hombres piden compasión.
El Corazón de Jesús, ¿cómo no iba a compadecerse de ellos? Él, más que ningún otro, es capaz de ver y percibir el dolor y el sufrimiento (físico y espiritual) de estos hombres, compadecerse, cargarlo y actuar.


Para la reflexión personal

a)   ¿Cuál es nuestra actitud ante esta gracia que el Señor nos concede?

b)   ¿Seremos como los 9 leprosos que se marcharon?

c)   ¿O más bien buscaremos ser como ese único extranjero que vuelve y se postra ante Jesús lleno de gratitud?

Medita la oración hecha canción. 


Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria, por todos los leprosos. 


Pidámosle a María su maternal ayuda.
  
Misericordiosa Madre María,
con fe y esperanza estoy ante ti,
escucha mis oraciones, estoy muy desesperado:
tengo un amigo (familiar) enfermo con una fuerte enfermedad,
los médicos ya ni saben que ponerle para mitigar su dolor,
acompáñalo en este momento, él te tiene mucha fe.
Te pido en esta oración
que lo acompañes en sus momentos de soledad,
dale amor y fortaleza para que pueda soportar,
estar postrado en una cama
se hace todo lo posible para que pueda vencer
a la ruda enfermedad que afronta,
son muchas los pacientes que se han salvado
con maternal ayuda.
Yo confío en ti, y espero en ti.
Amén


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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