jueves, 10 de octubre de 2019

¡Y expulsaba a los demonios!


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Te pido, Señor, que me ayudes a poner toda mi mente y corazón en este momento de oración. Sé que Tú siempre estás conmigo y que los frutos del encuentro contigo son un don de tu amor que yo me esforzaré por atesorar y llevar a la práctica en mi vida.

Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 15-26

En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: "Éste expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino?
Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes".
Palabra del Señor.

Reflexión

El primer impacto que la acción de Jesús causa en la gente es la expulsión de los demonios.
Una de las principales causas de la discusión de Jesús con los escribas era la expulsión de los demonios. Ellos lo calumniaban diciendo: “Expulsa a los demonios por el príncipe de los demonios”
El primer poder que los apóstoles recibieron cuando fueron enviados en misión fue el poder de expulsar los demonios: “Les dio poder sobre los espíritu del mal” (Mc 6,7).
La primera señal que acompaña el anuncio de la resurrección es la expulsión de los demonios: “Estos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas”. (Mc 16,17).
La expulsión de los demonios era lo que más llamaba la atención de la gente (Mc 1,27).
Alcanzaba el centro de la Buena Nueva del Reino. Por medio de esto, Jesús devolvía las personas a ellas mismas.
Devolvía el juicio, la conciencia (Mc 5,15).
Sobre todo el evangelio de Marcos, del comienzo al final, con palabras casi iguales, repite sin parar el mismo mensaje. “¡Y Jesús expulsaba los demonios!” (Mc 1,26.34.39; 3,11-12.22.30; 5,1-20; 6,7.13; 7,25-29; 9,25-27.38; 16,17).
Parece un refrán que vuelve una y otra vez.
Hoy, en vez de usar siempre las mismas palabras, usaríamos palabras distintas para transmitir el mismo mensaje y diríamos: “¡El poder del mal, Satanás, que da miedo a la gente, Jesús lo venció, lo dominó, lo agarró, lo destronó, lo derrotó, lo expulsó, lo eliminó, lo exterminó y lo mató!”
Lo que el evangelio nos quiere decir es esto: “¡A los cristianos está prohibido tener miedo de Satanás!”
Por su resurrección y su acción libertadora, Jesús ¡aleja de nosotros el miedo de Satanás, crea libertad en nuestro corazón, nos da firmeza en la acción y pone esperanza en el horizonte!
¡Debemos caminar con Jesús, por su camino, con el sabor de la victoria sobre el poder del mal!


Para la reflexión personal

a)   ¿Cuál es hoy el poder del mal que masifica a la gente y le roba la conciencia crítica?

b)   ¿Puedes decir que estás totalmente libre y liberado/a?

c)   En caso de respuesta negativa, alguna parte de ti está en poder de otras fuerzas. ¿Qué haces para que este poder no te domine?


Medita un poco.


Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María con la oración de San Bernardo.


Santísima Virgen María,
desata en mí el nudo de mis propios defectos.
Transforma mi vida
para que, en armonía y felicidad,
pueda acceder a Ti
y solicitarte las gracias que necesito,
sabiendo que me corregirás con tu mano amorosa
y me darás la paz que necesito.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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