martes, 5 de noviembre de 2019

Seguir a Jesús lleva a la Cruz


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Gracias Señor por este nuevo momento de oración para estar Contigo. Te pido que me ayudes a disponer mi interior para escuchar tus palabras con reverencia, y así pueda dejar que ellas se hagan vida en mí.

Del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y Él, volviéndose a sus discípulos, les dijo:
"Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.
¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo".
Palabra del Señor.


Reflexión

Mucha gente sigue a Jesús. Sin embargo, él se da cuenta de que muchos no han valorado suficientemente lo que significa seguirle. Por eso pone las cosas claras: el que no pone detrás de mí a su padre y a su madre, el que no quiera llevar la cruz, el que no renuncia a los bienes... El dirá de sí mismo: "Yo soy la verdad". A nosotros nos gustan más las medias verdades, no decir las cosas claras...
“Quien no lleve la cruz detrás de mi...". No se trata de llevar la cruz por llevar la cruz, ni siquiera para conseguir un premio. Se trata de asumir las consecuencias del amor, de ser fiel cuando viene la cruz de la soledad, de la incomprensión, de la crítica despiadada... Llevar la cruz detrás de Jesús, supone llevarla con él, con su fuerza, dejándonos impregnar de su esperanza.
“El que no posponga a su madre y a su padre, no puede ser discípulo mío". ¡Qué fuerte! Si no conociéramos a Jesús y escuchásemos estas palabras diríamos que es un egoísta que lo reclama todo para él. ¿Cómo se compaginan estas palabras y las de dar la vida por los amigos? Aunque parezca un contrasentido, precisamente cuando ponemos a Jesús por encima de todo y de todos, más y mejor podemos amar a la familia, a los amigos, al mundo, a uno mismo.
Hoy el Señor nos habla en términos claros. El auténtico discípulo ha de amar con todo su corazón y toda su alma a nuestro Señor Jesucristo, por encima de todo vínculo, incluso del más íntimo: «Si alguno viene conmigo y no pospone (…) incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,26-27). Él ocupa el primer lugar en la vida del seguidor. Dice san Agustín: «Respondamos al padre y a la madre: ‘Yo te amo en Cristo, no en lugar de Cristo’». El seguimiento precede incluso al amor por la propia vida. Seguir a Jesús, al fin y al cabo, comporta abrazar la cruz. Sin cruz no hay discípulo.
La llamada evangélica exhorta a la prudencia, es decir, a la virtud que dirige la actuación adecuada. Quien quiere construir una torre debe calcular si podrá afrontar el presupuesto. El rey que ha de combatir decide si va a la guerra o pide la paz después de considerar el número de soldados de que dispone. Quien quiere ser discípulo del Señor ha de renunciar a todos sus bienes. ¡La renuncia será la mejor apuesta!

Para la reflexión personal

a)   Señor, ¿cómo voy a amarte más que a mis padres, si ellos se han sacrificado tanto por mí y me lo han dado todo?

b)   ¿Cómo voy a amarte más que a mi pareja, si nos queremos con locura, si parece imposible amar con más fuerza?

c)   ¿Cómo voy a amarte más que a mis hijos, si cada día les doy lo mejor de mí y daría mi vida por ellos, sin pensarlo dos veces?

d)   ¿Cómo voy a amarte más que a mis hermanos y amigos, si yo no sería nada sin ellos?

Medita la oración hecha canción.

https://n9.cl/vddo



ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

Ahora que he aprendido a vivir
sin acaparar,
sin fantasear,
sin quejarme,
sin apropiarme,
sin erudición,
sin claridades,
sin imágenes,
sin mochilas,
sin miedos,
sin pesos...

Ahora que no estoy enganchado a nada:
ni a emociones,
ni al trabajo,
ni al dinero,
ni a la casa,
ni a las ideas,
ni a la información,
ni al consumo,
ni al descanso,
ni a la familia,
ni a la iglesia...

Ahora que no deseo nada:
ni ganar,
ni adquirir,
ni poseer,
ni dominar,
ni captar,
ni tener,
ni lograr,
ni obtener,
ni alcanzar,
ni triunfar...

Ahora que mi equipaje es ligero
para las noches oscuras,
para los días largos,
para los lunes pesados,
para los martes monótonos,
para los miércoles de siempre,
para los jueves de confidencias,
para los viernes amargos,
para los sábados de soledades,
para las semanas santas,
para los Vía crucis de cada día...

Ahora,
quizá sea caminante,
peregrino,
romero
aventurero,
receptor,
sabedor,
creyente
y testigo de tu Pascua y resurrección.
Amén.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.

Madre mía: yo he renunciado a todo, he cargado mi cruz y he ido detrás de tu Hijo, para ser su discípulo. También, como Él, necesito tu compañía, tu cercanía, tu fortaleza y tu amor, para llevar mi cruz con alegría.
Quiero llegar hasta el final. Ayúdame a perseverar en la prueba, a pesar de mi fragilidad, a pesar de mi pequeñez.
Quédate conmigo Madre, y acompáñame, para permanecer fiel a los pies de la cruz, a los pies de Jesús.
Amén.


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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