+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen
Jesús, en este día quiero ponerme en tus manos, quiero pedir tu presencia en mi
vida, porque sé que el mundo me ofrece muchas cosas, pero sólo tú me das la
vida auténtica que busco. Que esta oración me ayude a quererte cada vez más,
para que nada me aparte de Ti.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Pero
también Señor, sé que no siempre soy coherente. Sé que muchas veces me dejo
vencer por las astucias del Maligno, que prefiero ceder a sus engaños en vez de
seguirte a Ti, que eres todo amor. Te pido perdón por mis olvidos y dejadeces,
por mis faltas de amor y caridad. Confío en tu perdón infinito que siempre me
da otra oportunidad para ponerme de pie y seguir adelante.
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En
aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos
llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó
Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu
inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a
veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas
y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y
noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando
aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y
gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo
esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel
hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo
Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara
de aquella comarca.
Había
allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los
espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos
cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se
metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por
el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los
que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y
en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y
vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido.
Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le
había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a
Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras
Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su
compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu
familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel
hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que
Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy encontramos un
fragmento del Evangelio que puede provocar la sonrisa a más de uno. Imaginarse
unos dos mil puercos precipitándose monte abajo, no deja de ser una imagen un
poco cómica. Pero la verdad es que a aquellos porqueros no les hizo ninguna
gracia, se enfadaron mucho y le pidieron a Jesús que se marchara de su
territorio.
La
actitud de los porqueros, aunque humanamente podría parecer lógica, no deja de
ser francamente recriminable: preferirían haber salvado sus cerdos antes que la
curación del endemoniado. Es decir, antes los bienes materiales, que nos
proporcionan dinero y bienestar, que la vida en dignidad de un hombre que no es
de los “nuestros”. Porque el que estaba poseído por un espíritu maligno sólo
era una persona que «siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los
montes, dando gritos e hiriéndose con piedras» (Mc 5,5).
Nosotros
tenemos muchas veces este peligro de aferrarnos a aquello que es nuestro, y
desesperarnos cuando perdemos aquello que sólo es material. Así, por ejemplo,
el campesino se desespera cuando pierde una cosecha incluso cuando la tiene
asegurada, o el jugador de bolsa hace lo mismo cuando sus acciones pierden
parte de su valor. En cambio, muy pocos se desesperan viendo el hambre o la
precariedad de tantos seres humanos, algunos de los cuales viven a nuestro
lado.
Jesús
siempre puso por delante a las personas, incluso antes que las leyes y los
poderosos de su tiempo. Pero nosotros, demasiadas veces, pensamos sólo en
nosotros mismos y en aquello que creemos que nos procura felicidad, aunque el
egoísmo nunca trae felicidad. Como diría el obispo brasileño Helder Cámara: «El
egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para los que
le rodean».
Para la reflexión
personal
a) El
hombre curado quiere seguir a Jesús. Pero tiene que quedarse en casa y contar a
todo el mundo lo que Jesús le hizo. ¿Té cuentas a los demás lo que el Señor
hizo y hace por ti?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Gracias
Jesús por tu amor tan grande, porque has venido a salvarme, porque me señalas
el camino de la vida constantemente y te ofreces para sostenerme en este
peregrinar. Ayúdame a cumplir con generosidad mis compromisos, para que así
toda mi vida sea una manifestación de mi amor hacia Ti.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal
ayuda.
María, que de los mortales
escuchas las oraciones,
te pedimos tu protección
maternal.
Si la horrenda cadena de pecados
nos aprieta,
ven y libera los corazones
oprimidos por las culpas.
Si el mundo nos adula con su
falso esplendor,
ilumina tú nuestras mentes para
reencontrar el camino.
Y cuando en la vida nos
encontrara el dolor,
camina tú con nosotros para que
lleguemos al cielo.
Estate cerca de tus hijos a la
hora de la muerte:
tu maternal curación sea prueba
de salvación.
A Ti, Jesús, sea gloria, nacido
de Virgen María,
con el Padre y con el Espíritu
en los siglos eternos.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
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