+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor
Jesús, Tú eres mi compañero de camino. A donde voy, siempre estás tú a mi lado.
Estás presente en mi vida y me alimentas con tu Palabra y con tu Eucaristía.
Ayúdame a confiar siempre en ti y en este momento de oración, ayúdame a ponerme
en tu presencia para acoger con reverencia tu Palabra.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Quiero
reconocer en tu presencia buen Jesús, que soy pecador. Soy consciente de mis
faltas y pecados, de mi falta de amor. Pero sé también de tu misericordia
infinita. Sé que has venido a salvar y no a condenar. Ayúdame a acogerme a tu
perdón y dejarme sanar por tu abrazo misericordioso.
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
El
mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo
llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo
lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y
comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban
velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen
hablando, tan llenos de tristeza?".
Uno
de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que
no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó:
"¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno,
que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el
pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo
condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el
libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas
cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y
llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que
estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo
como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron".
Entonces
Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para
creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías
padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y
siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura
que se referían a Él.
Ya
cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero
ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban
a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces
se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos
se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos
hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se
levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos
a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha
resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron
lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.
Palabra del Señor.
Reflexión
San
Lucas, en este pasaje, sintetiza lo que ya desde el principio de su evangelio
ha venido diciendo: Dios se ha acercado a nosotros, nos ha salido al camino
haciéndose uno de nosotros. Los judíos no lo reconocieron, ni tampoco ahora lo
reconocieron los mismos discípulos. Dejando el cielo se puso a caminar con el
hombre, para instruirlo en el camino de la vida pero, como dice San Juan: ‘los
suyos no lo recibieron, pero a los que lo recibieron les dio el poder llegar a
ser hijos de Dios’.
Jesús
continúa saliéndonos al encuentro de las formas más inusitadas: en un amigo, en
los acontecimientos de todos los días, en su Palabra, la oración y los
sacramentos. Jesús ha tomado una opción por el hombre, y su deseo es
acompañarnos hasta que lleguemos todos al cielo. Si nuestros ojos están
oscurecidos, pude ser porque, como los discípulos de Emaús, no creemos aún que
está vivo y que tiene verdaderamente poder para cambiar nuestra vida. Pidamos
todos los días al Espíritu Santo que abra nuestros ojos y que inflame nuestro
corazón para descubrir cómo Jesús nos acompaña en nuestra jornada diaria.
Para la reflexión personal
a) Los
dos dijeron: “¡Nosotros pensábamos que sería él, pero…!”
b) ¿Has
vivido ya una situación de desaliento que te ha llevado a decir: “Yo,
¿esperaba, pero...?”
c) ¿Cómo
lees, usas e interpretas la Biblia?
d) ¿Has
sentido arder el corazón al leer y meditar la Palabra de Dios?
e) ¿Lees
la Biblia solo o formas parte de algún grupo bíblico?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO
CON DIOS. ¡ORA!
Gracias
Jesús por estar a mi lado, por caminar conmigo y traer luces a mi vida, en
especial en los momentos en que las cosas parecen confusas y difíciles. Ayúdame
a crecer en la fe y a buscarte siempre en la Eucaristía.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: yo estoy seguro de que tú siempre estás a mi lado cuando
celebro la fracción del pan. Intercede por mí para que arda mi corazón y se
abran también mis ojos, y llévame por camino seguro, para llevar a otros al
encuentro con tu Hijo.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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