+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Aparentemente, la respuesta de Pedro parece
la correcta: TU ERES EL MESÍAS. Pero sólo aparentemente porque, a continuación,
cuando Jesús les dice que el Mesías va a sufrir mucho, Pedro no acepta un
Mesías que vaya a la Cruz. Jesús increpa a Pedro y le dice: Satanás, tú ponte
detrás de mí. El camino lo marco yo y no tú. Y Jesús jamás se desvía del camino
señalado por el Padre. Jesús siempre es camino hacia el Padre.
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-20
En
aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".
Luego les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús
le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo
ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo
a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes
del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Y
les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
la profesión de fe de Pedro en Cesárea de Filipo abre la última etapa del
ministerio público de Jesús preparándonos al acontecimiento supremo de su
muerte y resurrección. Después de la multiplicación de los panes y los peces,
Jesús decide retirarse por un tiempo con sus apóstoles para intensificar su formación.
En ellos empieza hacerse visible la Iglesia, semilla del Reino de Dios en el
mundo.
Hace
dos domingos, al contemplar como Pedro andaba sobre las aguas y se hundía en
ellas, escuchábamos la reprensión de Jesús: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has
dudado?» (Mt 14,31). Hoy, la reconvención se troca en elogio: «Bienaventurado
eres Simón, hijo de Juan» (Mt 16,17). Pedro es dichoso porque ha abierto su
corazón a la revelación divina y ha reconocido en Jesucristo al Hijo de Dios
Salvador. A lo largo de la historia se nos plantean las mismas preguntas:
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? (…). Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo?». También nosotros, en un momento u otro, hemos tenido que
responder quién es Jesús para mí y qué reconozco en Él; de una fe recibida y
transmitida por unos testigos (padres, catequistas, sacerdotes, maestros,
amigos…) hemos pasado a una fe personalizada en Jesucristo, de la que también
nos hemos convertido en testigos, ya que en eso consiste el núcleo esencial de
la fe cristiana.
Solamente
desde la fe y la comunión con Jesucristo venceremos el poder del mal. El Reino
de la muerte se manifiesta entre nosotros, nos causa sufrimiento y nos plantea
muchos interrogantes; sin embargo, también el Reino de Dios se hace presente en
medio de nosotros y desvela la esperanza; y la Iglesia, sacramento del Reino de
Dios en el mundo, cimentada en la roca de la fe confesada por Pedro, nos hace
nacer a la esperanza y a la alegría de la vida eterna. Mientras haya humanidad
en el mundo, será preciso dar esperanza, y mientras sea preciso dar esperanza,
será necesaria la misión de la Iglesia; por eso, el poder del infierno no la
derrotará, ya que Cristo, presente en su pueblo, así nos lo garantiza.
Para la reflexión
personal
Hoy, nuestra meditación puede seguir el rumbo de
las mismas preguntas que formula Jesús:
a)
¿Qué
piensa hoy nuestra sociedad de Jesús, cómo lo define?
b)
Y para
nosotros, ¿quién es Jesús?
c)
¿Cuál
es el motivo de que la Iglesia, según dice Jesús, no será derrotada por el poder
del abismo?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es responderle
al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra
Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía, Madre de la Iglesia: tú eres
mi madre porque eres la madre de Cristo, y el sacerdote es Cristo. Pero también
eres mi madre porque todos los bautizados formamos parte del cuerpo de Cristo.
Muestra
que eres mi madre, y ayúdame a cumplir con mi misión.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
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