+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Al
capítulo 18 de San Mateo se le ha llamado “eclesial”, es decir, dedicado a esas
pequeñas comunidades de fe y de amor con un serio compromiso de llevar esa
experiencia a otros. Y ahí tenemos ya lo que podíamos llamar “La Iglesia en
embrión”. El capítulo aborda temas muy esenciales para la vida de la Iglesia de
todos los tiempos. Hoy toca el tema de la corrección fraterna y la oración en
común.
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un
pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si
no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se
diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso,
díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como
de un pagano o de un publicano.
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo
les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo,
sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se
reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
el Evangelio propone que consideremos algunas recomendaciones de Jesús a sus
discípulos de entonces y de siempre. También en la comunidad de los primeros
cristianos había faltas y comportamientos contrarios a la voluntad de Dios.
El
versículo final nos ofrece el marco para resolver los problemas que se
presenten dentro de la Iglesia durante la historia: «Donde están dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Jesús está presente en
todos los períodos de la vida de su Iglesia, su “Cuerpo místico” animado por la
acción incesante del Espíritu Santo. Somos siempre hermanos, tanto si la
comunidad es grande como si es pequeña.
«Si tu hermano llega a pecar, vete y
repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano».
¡Qué leal es la relación de fraternidad que Jesús nos enseña! Ante una falta
contra mí o hacia otro, he de pedir al Señor su gracia para perdonar, para
comprender y, finalmente, para tratar de corregir a mí hermano.
Hoy
no es tan fácil como cuando la Iglesia era menos numerosa. Pero, si pensamos
las cosas en diálogo con nuestro Padre Dios, Él nos iluminará para encontrar el
tiempo, el lugar y las palabras oportunas para cumplir con nuestro deber de
ayudar. Es importante purificar nuestro corazón. San Pablo nos anima a corregir
al prójimo con intención recta: «Cuando alguno incurra en alguna falta, ustedes,
los espirituales, corrijánle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti
mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Gal 6,1).
Para la
reflexión personal
a) ¿Cómo
es nuestra forma de corregir o reprender cuando alguien nos ofende?
b) ¿Qué
otros pasos podríamos dar para avanzar por el camino de la reconciliación?
c) ¿Qué
dificultades tenemos para corregir y para reconciliarnos?
Medita la oración hecha
canción.
También puedes escuchar
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía: sé
que mi formación me debe conducir a parecerme cada vez más a tu Hijo, quien es
el camino, la verdad y la vida, para poder, por mi parte, conducir a mis ovejas
a la vida eterna.
Me
doy cuenta de que necesito crecer en vida sobrenatural, para no dejarme llevar
por las cosas de este mundo y mantener mi mirada en el cielo, en el rostro de
Cristo, mi modelo.
Madre,
ayúdame a mantener siempre en mi corazón los mismos sentimientos que Cristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario