+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Para
descubrir la profundidad del relato tenemos que recordar que ser hijo significaba
hacer siempre la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre, el
que imitaba perfectamente la figura del progenitor. Como consecuencia el que
dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. Preguntar: ¿Quién
hizo la voluntad del padre?» es lo mismo que decir «¿Quién de los dos es
verdadero Hijo?»
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?". Ellos le respondieron: "El segundo".
Entonces
Jesús les dijo: "Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se
les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan,
predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y
las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se
han arrepentido ni han creído en él".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete
hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice
“no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.
Seguramente,
el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será
simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su
lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.
Al
del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su
padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa
con el hecho certero. “Errare, humanum
est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior
grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse,
aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así:
corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración
injusta... Luego, un suspiro de alivio: —¡Gracias, Señor!
Metidos
ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a
las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir
perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos
contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien
dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.
Para la
reflexión personal
a)
¿Cómo es nuestro modo de proceder?
b)
¿Qué palabras y qué obras acompañan nuestra fe?
c)
¿Cómo es nuestra obediencia a la voluntad de Dios?
Medita la oración hecha
canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a María, nuestra Madre,
su maternal ayuda.
Madre
mía, esclava del Señor: el
segundo hijo mencionado en la parábola se arrepintió y terminó haciendo lo que
le pedía su padre. Ése es el camino de toda conversión: reconocer que no está
bien desobedecer al Padre, pedir perdón, y rectificar.
Siempre
hay un remordimiento cuando alguien actúa en contra de su conciencia. Y eso
sucede cuando uno se da cuenta cuál es la voluntad de Dios, pero se deja vencer
por la tentación y toma una decisión equivocada. Pero siempre es tiempo de
rectificar.
Tú
siempre quieres, Madre, lo mejor para mí, y lo mejor es estar en paz con Dios.
Y me das ejemplo con esa fidelidad constante para cumplir la voluntad divina en
todo lo que te pedía.
Jesús se anonadó tomando la forma de siervo: ¡ayúdame a mí a ser esclavo!
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
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