+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
en este día te suplico que me des “alma de niño”. Que mi único tesoro seas Tú,
que no ambicione ni riquezas ni poder, ni gloria de este mundo. Yo sólo quiero
ser importante por todo lo que Tú me das; y más importante todavía por lo feliz
que vivo totalmente despreocupado de mis cosas, incluso de mí mismo. Como un
niño me siento feliz en tus manos y todo lo espero de Ti.
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 46-50
Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: "El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande".
Entonces,
Juan le dijo: "Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios
en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros". Pero
Jesús respondió: "No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes,
está en favor de ustedes".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los
discípulos sobre quién de ellos sería el mayor». Cada día los medios de
comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios
sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta
lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser
reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos
no llegan.
La
respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los
discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras
hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado». Después viene la
enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». —Jesús, ¿por qué
nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está
implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes
de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo
hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y
alegría.
Esta
actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros
trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre
valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo.
En
cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de
sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia
todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento.
Estas
enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de
la Iglesia”: en su libro Historia de un alma, ella admira el bello jardín de
flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado
de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las
margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando
Él dirige su mirada a la tierra.
Para la reflexión personal
El evangelio recoge dos enseñanzas: una referida a quién
es el más grande y otra a los que obran milagros y son «de fuera».
a)
¿Cómo podemos ser más pequeños, más serviciales, más «niños»?
b)
¿Cómo es nuestra actitud con aquellos grupos y personas que hacen
el bien, aunque no pertenezcan «a los nuestros»?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María su maternal ayuda.
Madre
mía: tú eres Reina de la humildad y Madre de la
Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, tu Hijo.
Por
esa razón te preocupas de nosotros, tus hijos, miembros de la Iglesia y, por
eso, parte del cuerpo de tu Hijo; nos proteges de las asechanzas del demonio, y
nos cuidas.
Te
interesa especialmente que luchemos para ser humildes, porque sólo así vamos a
poder servir a tu Hijo eficazmente. Intercedes por nosotros, y sabes muy bien
qué es lo que nos conviene.
¡Ayúdanos
a ser miembros vivos y fuertes!
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario