+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
te pido que me envíes el Espíritu Santo siempre que me acerco a tu Palabra. Hay
frases del Evangelio que sólo las puedo entender si el Espíritu Santo me las
enseña. Como las que aparecen en la lectura de hoy. Es un enigma para mí la respuesta
de Jesús a esa buena mujer del pueblo. Pero sé que es otro el sentido profundo
de esas palabras. Gracias, Señor, porque el Espíritu Santo nos lleva a la
verdad completa.
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: "¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!" Pero Jesús le respondió: "Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy
escuchamos la mejor de las alabanzas que Jesús podía hacer a su propia Madre:
«Dichosos (...) los que oyen la Palabra de Dios y la guardan». Con esta
respuesta, Jesucristo no rechaza el apasionado elogio que aquella mujer
sencilla dedicaba a su Madre, sino que lo acepta y va más allá, explicando que
María Santísima es bienaventurada —¡sobre todo!— por el hecho de haber sido
buena y fiel en el cumplimiento de la Palabra de Dios.
A
veces me preguntan si los cristianos creemos en la predestinación, como creen
otras religiones. ¡No!: los cristianos creemos que Dios nos tiene reservado un
destino de felicidad. Dios quiere que seamos felices, afortunados,
bienaventurados. Fijémonos cómo esta palabra se va repitiendo en las enseñanzas
de Jesús: «Bienaventurados, bienaventurados, bienaventurados...».
«Bienaventurados los pobres, los compasivos, los que tienen hambre y sed de
justicia, los que creerán sin haber visto» (cf. Mt 5,3-12; Jn 20,29). Dios
quiere nuestra felicidad, una felicidad que comienza ya en este mundo, aunque
los caminos para llegar no sean ni la riqueza, ni el poder, ni el éxito fácil,
ni la fama, sino el amor pobre y humilde de quien todo lo espera. ¡La alegría
de creer!
Se
trata de una felicidad que es todavía mayor que la alegría de vivir, porque
creemos en una vida sin fin, eterna. María, la Madre de Jesús, no es solamente
afortunada por haberlo traído al mundo, por haberlo amamantado y criado —como
intuía aquella espontánea mujer del pueblo— sino, sobre todo, por haber sido
oyente de la Palabra y por haberla puesto en práctica: por haber amado y por
haberse dejado amar por su Hijo Jesús.
Como
escribía el poeta: «Poder decir “madre” y oírse decir “hijo mío” / es la suerte
que nos envidiaba Dios». Que María, Madre del Amor Hermoso, ruegue por
nosotros.
Para la reflexión personal
El
mensaje de Jesús en el evangelio de hoy es muy sencillo y claro. Nos invita a
tener como fundamento de la vida cristiana dos actitudes: escuchar la Palabra
de Dios y ponerla en práctica.
a) ¿Cómo es nuestra escucha de la Palabra de Dios?
b) ¿Cómo hacemos vida, ponemos en práctica la Palabra de Dios que
leemos y escuchamos?
c) ¿Cómo vivimos la devoción a María, la madre de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, su maternal ayuda.
Madre
mía: tú eres Asiento de la Sabiduría. Pide
para mí ese don, para que aprenda a escuchar y a obedecer dócilmente a todo lo
que me pida Jesús.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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