sábado, 26 de diciembre de 2020

Cuídense de la gente.

 + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, me emociona el testimonio de Esteban, el primero que dio la vida por Jesús. Pedro puede presumir de haber sido el primer papa.  Y Esteban el primero que, entregando la vida, le demostró a Jesús todo lo que le quería. Se jugó la piel, se jugó el tipo, se jugó la vida por Él. Fue el primero porque tenía prisa por imitarte en todo, también en tu muerte. Que mi vida, Señor, sea un testimonio auténtico de fe.  

 

Del santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

h El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Les entregarán a los tribunales y (…) serán llevados ante gobernadores y reyes, para que den testimonio». Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros ». Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios». Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

 

Para la reflexión personal

 

a)    ¿De qué manera los cristianos de hoy podemos llegar a vivir alguna de las situaciones que describe el texto?

 

b)   ¿En qué ocasiones hemos experimentado el rechazo de alguien por nuestra fe? ¿Nos ha pasado esto en el seno de la propia familia?

 

c)   San Esteban murió perdonando a los que le apedreaban. ¿Cómo reaccionaríamos ante alguien que nos ofendiera por el hecho de ser cristianos?

 

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/3zu5

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre mía: imagino tu sufrimiento cuando te enterabas de que alguno de los discípulos de tu Hijo padecía persecución por la causa de Cristo. Era lo mismo que revivir la Pasión del Señor, paso a paso, ya que nos habías recibido a todos en la Cruz. Somos tus hijos.

Pero también tenías muy presente lo que sucedió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo los llenó a todos con sus dones. Estabas segura de que no les iba a faltar la gracia para dar testimonio, ni el amor y la fortaleza para dar su vida, hasta el martirio.

Virgen fiel: ayúdame a mantenerme firme en la persecución, y a dar testimonio, con palabras y con obras, de mi fidelidad a Cristo.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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