+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“Los
esposos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la
mirada, la ayuda, la caricia, el abrazo. Por eso, querer formar una familia es
animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse
a construir con El, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un
mundo donde nadie se sienta solo”. Papa Francisco. (A.L. Nº 321).
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Transcurrido
el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José
llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo
escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también
para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor,
ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de
todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo,
Israel".
El
padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los
bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido
puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará
contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los
corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había
también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer
muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y
cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo
a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a
Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y
cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se
llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, celebramos la fiesta de la
Sagrada Familia. Nuestra mirada se desplaza del centro del belén —Jesús— para
contemplar cerca de Él a María y José. El Hijo eterno del Padre pasa de la
familia eterna, que es la Santísima Trinidad, a la familia terrenal formada por
María y José. ¡Qué importante ha de ser la familia a los ojos de Dios cuando lo
primero que procura para su Hijo es una familia!
San
Juan Pablo II, en su Carta apostólica El Rosario de la Virgen María, ha vuelto
a destacar la importancia capital que tiene la familia como fundamento de la
Iglesia y de la sociedad humana, y nos ha pedido que recemos por la familia y
que recemos en familia con el Santo Rosario para revitalizar esta institución.
Si la familia va bien, la sociedad y la Iglesia irán bien.
El
Evangelio nos dice que el Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría.
Jesús encontró el calor de una familia que se iba construyendo a través de sus
recíprocas relaciones de amor. ¡Qué bonito y provechoso sería si nos esforzáramos
más y más en construir nuestra familia!: con espíritu de servicio y de oración,
con amor mutuo, con una gran capacidad de comprender y de perdonar.
¡Gustaríamos —como en el hogar de Nazaret— el cielo y la tierra! Construir la
familia es hoy una de las tareas más urgentes. Los padres, como recordaba el
Concilio Vaticano II, juegan ahí un papel insubstituible: «Es deber de los
padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia
Dios y hacia los hombres, y que favorezca la educación íntegra personal y
social de los hijos». En la familia se aprende lo más importante: a ser
personas.
Finalmente,
hablar de familia para los cristianos es hablar de la Iglesia. El evangelista
san Lucas nos dice que los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para
presentarlo al Señor. Aquella ofrenda era figura de la ofrenda sacrificial de
Jesús al Padre, fruto de la cual hemos nacido los cristianos. Considerar esta
gozosa realidad nos abrirá a una mayor fraternidad y nos llevará a amar más a
la Iglesia.
Para la reflexión personal
a) ¿Hemos
experimentado el gozo de haber visto con nuestros ojos al Salvador?
b)
c) ¿Cómo
es la vivencia de la fe en nuestras familias?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: el
Apóstol Juan te recibió en su casa cuando Jesús se lo pidió desde la Cruz. A
partir de ese momento tú eres Madre de todos los cristianos, los que formamos
la familia de Dios, la Santa Iglesia.
Yo
quiero permanecer contigo, recibirte en mi casa, para sentir tu protección y
amor de Madre, y para que reciba también los dones y gracias del Espíritu
Santo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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