+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“Está claro que
este relato, en el segundo domingo de Cuaresma, apunta claramente a la
Resurrección de Jesús. Es un Jesús transfigurado, deslumbrante. Estamos ante un
evangelio de vida que trasciende la muerte y pretende mantener viva la esperanza.
Pero el relato termina diciendo que los apóstoles no se enteraron de lo que Él
les anunció. Se atascaban ante el anuncio de la Resurrección. Y es algo que a
muchos no nos acaba de entrar en la cabeza. Jesús es el Viviente, que
trasciende el espacio y el tiempo”.
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a
Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su
presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una
blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron
Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos
tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad
no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su
sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado;
escúchenlo". En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a
Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que
no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre
resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero
discutían entre sí qué querría decir eso de "resucitar de entre los
muertos".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy contemplamos la escena «en la que los
tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza
del Redentor» (San Juan Pablo II): «Se transfiguró delante de ellos y sus
vestidos se volvieron resplandecientes». Por lo que a nosotros respecta,
podemos entresacar un mensaje: «Destruyó la muerte e irradió la vida
incorruptible con el Evangelio», asegura san Pablo a su discípulo Timoteo. Es
lo que contemplamos llenos de estupor, como entonces los tres Apóstoles
predilectos, en este episodio propio del segundo domingo de Cuaresma: la
Transfiguración.
Es bueno que en
nuestro ejercicio cuaresmal acojamos este estallido de sol y de luz en el
rostro y en los vestidos de Jesús. Son un maravilloso icono de la humanidad
redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado, sino en toda la
belleza que la divinidad comunica a nuestra carne. El bienestar de Pedro es
expresión de lo que uno siente cuando se deja invadir por la gracia divina.
El Espíritu Santo
transfigura también los sentidos de los Apóstoles, y gracias a esto pueden ver
la gloria divina del Hombre Jesús. Ojos transfigurados para ver lo que
resplandece más; oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y
verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Todo en conjunto resulta
demasiado sorprendente para nosotros, avezados como estamos al grisáceo de la
mediocridad. Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán
capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso, en Dios, y en
los hombres divinizados por Aquel que resucitó entre los muertos.
Para la reflexión personal
a) ¿Cómo nos imaginamos nosotros el cielo, la
resurrección, el más allá?
b) ¿Cómo influye la imagen del cielo en nuestra vida
cotidiana?
c) La voz del cielo nos pide escuchar a Jesús, Hijo
amado del Padre: ¿qué nos dice hoy la escucha atenta de la voz de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: yo
sé que siempre me acompañas durante la celebración de la Santa Misa, como
acompañaste a Jesús junto a la Cruz. Pienso que estás junto a mí, de pie, a la
derecha.
De
igual modo, me acompañas durante mi oración. Te pido que me ayudes para estar
muy atento, que no me deje vencer por el cansancio, por el sueño, para poder
escuchar a Jesús, y la voz del Padre, y decir, como san Pedro, “Maestro ¡qué a
gusto estamos aquí!”.
Permanece,
Madre, a mi lado, en ese diálogo con tu Hijo, e intercede por mí para que sepa
escucharlo y haya mucho fruto.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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