lunes, 8 de febrero de 2021

La gente le ponía a sus enfermos.

 + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor, hoy vengo a Ti porque necesito tocar al menos “la orla de tu manto”. Más aún, necesito que me toques por dentro y sanes mi orgullo, mi soberbia, mi vanidad, mi afán de suficiencia. Si sólo pienso en mí, trabajo para mí, me preocupo sólo de mí, me vivo a mí mismo, ya no vivo como Tú quieres que viva. Y yo quiero “ser vivido por Ti”. Necesito experimentar lo grande y hermoso de esta vida cuando Tú estás metido dentro de mí. Cuanto más metido me siento dentro de Ti, más necesidad tengo de salir a compartir mi fe con los hermanos. 

 

Del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.


Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.

A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Palabra del Señor.

 

Reflexión

h Hoy, en el Evangelio del día, vemos el magnífico "poder del contacto" con la persona de Nuestro Señor: «Colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados». El más mínimo contacto físico puede obrar milagros para aquellos que se acercan a Cristo con fe. Su poder de curar desborda desde su corazón amoroso y se extiende incluso a sus vestidos. Ambos, su capacidad y su deseo pleno de curar, son abundantes y de fácil acceso.

Este pasaje puede ayudarnos a meditar cómo estamos recibiendo a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión. ¿Comulgamos con la fe de que este contacto con Cristo puede obrar milagros en nuestras vidas? Más que un simple tocar «la orla de su manto», nosotros recibimos realmente el Cuerpo de Cristo en nuestros cuerpos. Más que una simple curación de nuestras enfermedades físicas, la Comunión sana nuestras almas y les garantiza la participación en la propia vida de Dios. San Ignacio de Antioquía, así, consideraba a la Eucaristía como «la medicina de la inmortalidad y el antídoto para prevenirnos de la muerte, de modo que produce lo que eternamente nosotros debemos vivir en Jesucristo».

El aprovechamiento de esta "medicina de inmortalidad" consiste en ser curados de todo aquello que nos separa de Dios y de los demás. Ser curados por Cristo en la Eucaristía, por tanto, implica superar nuestro ensimismamiento.

Igual que aquellos que fueron curados de sus enfermedades tocando sus vestidos, nosotros también podemos ser curados de nuestro egoísmo y de nuestro aislamiento de los demás mediante la recepción de Nuestro Señor con fe.

 

Para la reflexión personal

 

El texto evangélico de hoy nos invita a meditar sobre la actividad sanadora de Jesús y sobre la fe del pueblo frente a la actitud de embotamiento de los discípulos.

 

a)    ¿Cuál es la imagen de Jesús que nos transmite el evangelio de hoy?

 

b)   «Lo reconocieron enseguida». ¿Cómo es nuestra fe en Jesús? ¿Cuáles son nuestros miedos que nos impiden confiar en él?

 

c)   «Todos los que lo tocaban quedaban curados». ¿Cómo estamos siendo testigos de Cristo sanador en el mundo de la enfermedad, del dolor y del sufrimiento?

 

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/g3sb

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre mía, mujer eucarística: consígueme la fe que necesito para ser sanado con el alimento de vida eterna, que es tu Hijo.

Ese alimento lo recibimos en la mesa de la Palabra y en la mesa de la Eucaristía.

Ayúdame, Madre, a saber aprovechar bien ese alimento, para darlo también en abundancia a mis ovejas.

Abre mis oídos para escuchar la palabra de tu Hijo, y poner en práctica mi fe.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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