+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy vengo a Ti porque necesito tocar al menos “la orla de tu manto”. Más aún,
necesito que me toques por dentro y sanes mi orgullo, mi soberbia, mi vanidad,
mi afán de suficiencia. Si sólo pienso en mí, trabajo para mí, me preocupo sólo
de mí, me vivo a mí mismo, ya no
vivo como Tú quieres que viva. Y yo quiero “ser vivido por Ti”.
Necesito experimentar lo grande y hermoso de esta vida cuando Tú estás metido
dentro de mí. Cuanto más metido me siento dentro de Ti, más necesidad tengo de
salir a compartir mi fe con los hermanos.
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron
tierra en Genesaret.
Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.
A
dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le
ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar
la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, en el Evangelio del día,
vemos el magnífico "poder del contacto" con la persona de Nuestro
Señor: «Colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera
la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados». El más mínimo
contacto físico puede obrar milagros para aquellos que se acercan a Cristo con
fe. Su poder de curar desborda desde su corazón amoroso y se extiende incluso a
sus vestidos. Ambos, su capacidad y su deseo pleno de curar, son abundantes y
de fácil acceso.
Este
pasaje puede ayudarnos a meditar cómo estamos recibiendo a Nuestro Señor en la
Sagrada Comunión. ¿Comulgamos con la fe de que este contacto con Cristo puede
obrar milagros en nuestras vidas? Más que un simple tocar «la orla de su
manto», nosotros recibimos realmente el Cuerpo de Cristo en nuestros cuerpos.
Más que una simple curación de nuestras enfermedades físicas, la Comunión sana
nuestras almas y les garantiza la participación en la propia vida de Dios. San
Ignacio de Antioquía, así, consideraba a la Eucaristía como «la medicina de la
inmortalidad y el antídoto para prevenirnos de la muerte, de modo que produce
lo que eternamente nosotros debemos vivir en Jesucristo».
El
aprovechamiento de esta "medicina de inmortalidad" consiste en ser
curados de todo aquello que nos separa de Dios y de los demás. Ser curados por
Cristo en la Eucaristía, por tanto, implica superar nuestro ensimismamiento.
Igual
que aquellos que fueron curados de sus enfermedades tocando sus vestidos,
nosotros también podemos ser curados de nuestro egoísmo y de nuestro
aislamiento de los demás mediante la recepción de Nuestro Señor con fe.
Para la reflexión personal
El texto evangélico de hoy nos invita
a meditar sobre la actividad sanadora de Jesús y sobre la fe del pueblo frente
a la actitud de embotamiento de los discípulos.
a)
¿Cuál es la imagen de Jesús que nos transmite el evangelio de hoy?
b)
«Lo reconocieron enseguida». ¿Cómo es nuestra fe en Jesús? ¿Cuáles
son nuestros miedos que nos impiden confiar en él?
c)
«Todos los que lo tocaban quedaban curados». ¿Cómo estamos siendo
testigos de Cristo sanador en el mundo de la enfermedad, del dolor y del
sufrimiento?
Medita la oración hecha canción.
https://n9.cl/g3sb
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía, mujer eucarística: consígueme
la fe que necesito para ser sanado con el alimento de vida eterna, que es tu
Hijo.
Ese
alimento lo recibimos en la mesa de la Palabra y en la mesa de la Eucaristía.
Ayúdame,
Madre, a saber aprovechar bien ese alimento, para darlo también en abundancia a
mis ovejas.
Abre
mis oídos para escuchar la palabra de tu Hijo, y poner en práctica mi fe.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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