+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, hazme humilde de corazón para que pueda penetrar
en tu Misterio. María también hizo la misma pregunta que Nicodemo: ¿Cómo puede
ser esto? Y se quedó muy satisfecha de la respuesta que le dio el Ángel: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti”. Todas nuestras preguntas quedan bien
respondidas cuando se nos invita a fiarnos de Jesús que nos envía el Espíritu
Santo. Por eso, Señor, hoy no te pido nada, aunque sea muy bueno. Sólo te pido
que me des el Espíritu Santo, el Supremo Don.
Del santo
Evangelio según san Juan 3, 7-15
En
aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "No te extrañes de que te haya dicho:
Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido,
pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del
Espíritu". Nicodemo le preguntó entonces: "¿Cómo puede ser
esto?".
Jesús le respondió: "Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿Cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
«Tienen que nacer de lo alto», dice el Señor con claridad; es necesaria una
nueva vida para poder entrar en la vida eterna. No es suficiente con un ir
tirando para llegar al Reino del Cielo, se necesita una vida nueva regenerada
por la acción del Espíritu de Dios. Nuestra vida profesional, familiar,
deportiva, cultural, lúdica y, sobre todo, de piedad tiene que ser transformada
por el sentido cristiano y por la acción de Dios. Todo, transversalmente, ha de
ser impregnado por su Espíritu. Nada, absolutamente nada, debiera quedar fuera
de la renovación que Dios realiza en nosotros con su Espíritu.
Una
transformación que tiene a Jesucristo como catalizador. Él, que antes había de
ser elevado en la Cruz y que también tenía que resucitar, es quien puede hacer
que el Espíritu de Dios nos sea enviado. Él que ha venido de lo alto. Él que ha
mostrado con muchos milagros su poder y su bondad. Él que en todo hace la
voluntad del Padre. Él que ha sufrido hasta derramar la última gota de sangre
por nosotros. Gracias al Espíritu que nos enviará, nosotros «podemos subir al
Reino de los Cielos, por Él obtenemos la adopción filial, por Él se nos da la
confianza de nombrar a Dios con el nombre de “Padre”, la participación de la
gracia de Cristo y el derecho a participar de la gloria eterna».
Hagamos
que la acción del Espíritu tenga acogida en nosotros, escuchémosle, y
apliquemos sus inspiraciones para que cada uno sea —en su lugar habitual— un
buen ejemplo elevado que irradie la luz de Cristo.
Para la reflexión
personal
a) ¿Qué signos del Espíritu descubrimos en nuestra
vida cotidiana?
b) Estos signos, ¿Cómo nos ayudan a profundizar en
nuestra fe?
Medita la oración
hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo
a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro,
un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María,
nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: el tiempo que pasaste todavía
en la tierra después de que Jesús subió a los cielos fue especialmente precioso
para la primera comunidad cristiana. Tu sola presencia les daba mucha paz y,
sobre todo, tus palabras y te ejemplo los enriquecían.
El
libro de los Hechos de los Apóstoles deja constancia de que los discípulos
permanecían muy unidos contigo en oración. Tú eres Madre de la Iglesia, y
sigues ahora cuidando esa unidad.
El
corazón se encarga de purificar la sangre, y las arterias y venas se encargan
de conducirla por todo el cuerpo, llevando el alimento a todos los miembros.
Así
tus sacerdotes, hemos de llevar a todo el pueblo de Dios el alimento de vida
eterna, que brota del Corazón de Cristo. Carne y Sangre del Cordero sin mancha,
que quita los pecados del mundo. El corazón de la Iglesia, que es Eucaristía.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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