+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
esta narración tan viva, tan sugerente, del encuentro de los discípulos contigo
en el Lago, me ha entusiasmado desde niño. Y he sentido envidia de no haber
podido asistir a un almuerzo tan divino y tan humano, donde tú ponías todo: los
peces, la leña, el fuego y, sobre todo, tu persona encantadora. Cuando yo
estuve en Tierra Santa celebrando las bodas de plata sacerdotales, me pasé toda
la noche en el lago y tu ausencia sentida, añorada, emotivamente recordada, fue
la más bonita y gratificante experiencia de esa visita.
Del santo
Evangelio según san Lucas 21, 1-14
En
aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás
(llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y
otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le
respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se
embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces Él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces
el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan
pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la
túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos
llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de
tierra más de cien metros.
Tan
pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y
pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de
pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla
la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de
que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a
almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: `¿Quién
eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo
dio y también el pescado.
Ésta
fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar
de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Jesús por tercera vez se aparece a los discípulos desde que resucitó. Pedro ha
regresado a su trabajo de pescador y los otros se animan a acompañarle. Es
lógico que, si era pescador antes de seguir a Jesús, continúe siéndolo después;
y todavía hay quien se extraña de que no se tenga que abandonar el propio
trabajo, honrado, para seguir a Cristo.
¡Aquella
noche no pescaron nada! Cuando al amanecer aparece Jesús, no le reconocen hasta
que les pide algo para comer. Al decirle que no tienen nada, Él les indica
dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las saben todas, y
en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. «¡Oh poder de la
obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda
una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron (...)
una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro se repite cada día» (San
Josemaría).
El
evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y tres» peces grandes y,
siendo tantos, no se rompieron las redes. Son detalles a tener en cuenta, ya
que la Redención se ha hecho con obediencia responsable, en medio de las tareas
corrientes.
Todos
sabían «que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da». Igual
hizo con el pescado. Tanto el alimento espiritual, como también el alimento
material, no faltarán si obedecemos. Lo enseña a sus seguidores más próximos y
nos lo vuelve a decir a través de San Juan Pablo II: «Al comienzo del nuevo
milenio, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús
(...) invitó al Apóstol a ‘remar mar adentro’: ‘Duc in altum’ (Lc 5, 4). Pedro y los primeros compañeros confiaron
en la palabra de Cristo (...) y ‘recogieron una cantidad enorme de peces’. Esta
palabra resuena también hoy para nosotros».
Por
la obediencia, como la de María, pedimos al Señor que siga otorgando frutos
apostólicos a toda la Iglesia.
Para la reflexión
personal
a) ¿Qué
aprendemos a través de la manera de actuar de Pedro?
b) Al
principio todo sucede de noche, cuando tiene lugar también el fracaso de la pesca.
Solamente al clarear el día los discípulos son capaces de reconocer a Jesús.
c) ¿Cuáles
son las noches en qué nos resulta difícil descubrir la presencia de Jesús?
Medita la oración
hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo
a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro,
un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María,
nuestra Madre, su ayuda.
Madre de
Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a tener unas redes muy
fuertes, para que la pesca sea abundante; y una fe muy grande, para obedecer
siempre y en todo a Jesús. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma
conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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