+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
yo que vengo a orar por la mañana, me doy cuenta de que muchas veces estoy,
como los discípulos, en el “atardecer”. Se va la luz, llega la noche con su
oscuridad y me da miedo. Sí, Señor, te lo confieso: tengo miedo a la vida y,
sobre todo, tengo miedo a la muerte. Pero tu palabra me ensancha el corazón
cuando hoy me diriges a mí las mismas palabras que a los apóstoles: “Soy Yo, no
tengan miedo”. Si Tú eres la Verdad, no tengo miedo a la mentira; si Tú eres la
Luz, no tengo miedo a la oscuridad; si Tú eres la Vida, no tengo miedo a la
muerte.
Del santo
Evangelio según san Juan 6, 16-21
Al atardecer del día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y Jesús todavía no los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del lago se iban encrespando.
Cuando
habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre
las aguas, acercándose a la barca, y se asustaron. Pero él les dijo: "Soy
yo, no tengan miedo". Ellos quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la
barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Jesús nos desconcierta. Estábamos acostumbrados a un Redentor que, presto para
atender todo tipo de indigencia humana, no dudaba en recorrer a su poder
divino. De hecho, la acción transcurre justo después de la multiplicación de
los panes y peces a favor de la multitud hambrienta. Ahora, en cambio, nos
desconcierta un milagro —el hecho de andar sobre las aguas— que parece, a
primera vista, una acción de cara a la galería. ¡Pero no!, Jesús ya había
descartado el uso de su poder divino para buscar el lucimiento o el provecho
personal cuando al inicio de su misión rechazó las tentaciones del Maligno.
Al
andar sobre las aguas, Jesucristo está mostrando su señorío sobre las cosas
creadas. Pero también podemos ver una escenificación de su dominio sobre el
Maligno, representado por un mar embravecido en la oscuridad.
«No
teman», les decía Jesús en aquella ocasión. «Confíen, yo he vencido al mundo»,
les dirá después en el Cenáculo. Finalmente, es Jesús quien dice a las mujeres
en la mañana de Pascua, después de levantarse del sepulcro: «No tengan miedo».
Nosotros, por el testimonio de los Apóstoles, sabemos de su victoria sobre los
enemigos del hombre, el pecado y la muerte. Por esto, hoy, sus palabras
resuenan en nuestro corazón con una fuerza especial, porque son las palabras de
Alguien que está vivo.
Las
mismas palabras que Jesús dirigía a Pedro y a los Apóstoles las repetía San
Juan Pablo II, sucesor de Pedro, al inicio de su pontificado: «No tengan
miedo». Era una llamada a abrir el corazón, la propia existencia al Redentor
para que con Él no temamos ante los embates de los enemigos de Cristo.
Ante
la personal fragilidad para llevar a buen puerto las misiones que el Señor nos
pide (una vocación, un proyecto apostólico, un servicio...), nos consuela saber
que María también —criatura como nosotros— oyó las mismas palabras de parte del
ángel antes de afrontar la misión que el Señor le tenía encomendada. Aprendamos
de ella a acoger la invitación de Jesús cada día, en cada circunstancia.
Para la reflexión
personal
a) Desde nuestra pertenencia eclesial, ¿en qué
momentos experimentamos la presencia de Jesús, que calma nuestros miedos?
b) ¿Cómo podemos afrontar los «vientos contrarios»?
Medita la oración
hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo
a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro,
un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María,
nuestra Madre, su ayuda.
Madre de
la Iglesia, Estrella del Mar: nos da mucha seguridad poder acudir
a tus brazos maternales en momentos de dificultad, de vientos contrarios que se
nos presentan en la vida. Qué pena que nos entre miedo cuando nos damos cuenta
de que es el mismo Jesús el que no sólo permite eso, sino que se hace presente
y nos pide algo que cuesta.
Ayúdanos
a crecer en confianza en Jesús, para que podamos mantenernos seguros en la
barca de Pedro, dando testimonio con nuestro ejemplo, conscientes también de
que para el pueblo de Dios nosotros mismos somos Cristo que pasa a su lado,
llevándoles la alegría y la paz con nuestra oración y la predicación de la
Palabra.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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