+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
según el evangelista Mateo, un día te subiste a un monte para hablarnos de las
Bienaventuranzas. Nos querías decir que, desde ahora, tú serás para nosotros el
nuevo Moisés y la nueva ley. Por eso esta mañana quiero escuchar las
bienaventuranzas como si yo estuviera presente en ese monte y las oyera por
primera vez. Desde la cumbre de esa montaña quiero respirar el aire puro que
llega perfumado con la fragancia del campo de Galilea con sus árboles en flor.
En este ambiente maravilloso quiero que me enseñes los auténticos caminos
para la felicidad.
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En
aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó.
Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les
dijo:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes”.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, con la proclamación de las
Bienaventuranzas, Jesús nos hace notar que a menudo somos unos desmemoriados y
actuamos como los niños, pues el juego nos hace perder el recuerdo. Jesús temía
que la gran cantidad de “buenas noticias” que nos ha comunicado —es decir, de
palabras, gestos y silencios— se diluyera en nuestros pecados y preocupaciones.
¿Recordáis, en la parábola del sembrador, la imagen del grano de trigo ahogado
en las espinas? Por eso san Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos
principios fundamentales, para que no las olvidemos nunca. Son un compendio de
la Nueva Ley presentada por Jesús, como unos puntos básicos que nos ayudan a
vivir cristianamente.
Las
Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El Maestro no sólo enseña a
los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna clase de personas, sino que
presenta un mensaje universal. Ahora bien, puntualiza las disposiciones que
debemos tener y la conducta moral que nos pide. Aunque la salvación definitiva
no se da en este mundo, sino en el otro, mientras vivimos en la tierra debemos
cambiar de mentalidad y transformar nuestra valoración de las cosas. Debemos
acostumbrarnos a ver el rostro del Cristo que llora en los que lloran, en los
que quieren vivir desprendidos de palabra y de hechos, en los mansos de
corazón, en los que fomentan las ansias de santidad, en los que han tomado una
“determinada determinación”, como decía santa Teresa de Jesús, para ser
sembradores de paz y alegría.
Las
Bienaventuranzas son el perfume del Señor participando en la historia humana.
También en la tuya y en la mía. Los dos últimos versículos incorporan la
presencia de la Cruz, ya que invitan a la alegría cuando las cosas se ponen
feas humanamente hablando por causa de Jesús y del Evangelio. Y es que, cuando
la coherencia de la vida cristiana sea firme, entonces, fácilmente vendrá la
persecución de mil maneras distintas, entre dificultades y contrariedades
inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo: entonces «alégrense y regocíjense,
porque su recompensa será grande en los cielos».
Para la reflexión personal
Es falso que Dios quiera la desdicha
del hombre. Dios solo quiere nuestra felicidad. En el texto encontramos una
serie de pistas muy importantes para llegar a ella.
a)
¿Qué otros modos se ofrecen para alcanzar la felicidad plena en
esta vida?
b)
¿Qué bienaventuranza nos llama más la atención?
c)
¿En qué se nos nota a los cristianos (en nuestra vida, en nuestro
trabajo...) que nuestra fe es una fe que ofrece y promete la felicidad y la
alegría? Ponemos ejemplos.
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra, Madre de Misericordia: cuántas veces habrás escuchado a tu
Hijo decir las mismas cosas en su predicación. Él tenía que predicar a todos, y
el mensaje de salvación debía quedar muy claro. Y tú siempre atenta, como si
fuera la primera vez.
Y
no sólo lo escuchabas, sino que ponías por obra lo que pedía. Por eso Jesús
decía que los que obraban como tú eran su madre y sus hermanos.
Tú
eres modelo de virtudes. Yo quiero imitarte y aprender de ti. Sobre todo quiero
aprender y vivir las catorce obras de misericordia, sabiendo que viviéndolas
con mis hermanos, viendo a Cristo en ellos, me ganaré el cielo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario