+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
En
este Evangelio de Marcos, en varias ocasiones, aparece Jesús “enseñando” sin
decir qué enseñaba y cómo enseñaba. Y este verbo, sin complemento, es sumamente
sugerente. Jesús no enseñaba sólo con sus palabras. Jesús enseñaba con sus
silencios, con sus miradas, con su ternura. Lo dice el evangelio de hoy: “Jesús
vio una multitud y le dio lástima”, es decir, le dio un vuelco el corazón y
comenzó a enseñarles. ¡Qué preciosas lecciones las que brotan de un corazón
“estremecido”! La Iglesia ha dado muchas lecciones “con la cabeza” y no tantas
con el “corazón”. Necesitamos enseñar con el corazón lecciones de
cercanía, de ternura, de dulzura. Y al corazón sólo le puede dar lecciones otro
corazón “que esté enternecido” por el gran amor que nos tiene. Ése es Jesús.
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces Él les dijo: "Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco". Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Él
sabe que estamos agobiados y cansados por el peso de nuestras debilidades
físicas y de carácter... y por esta cruz inesperada que nos ha visitado con toda
su crudeza, por las desavenencias, los desengaños, las tristezas. De hecho, «se
confabularon contra Él para ver cómo eliminarle». Y... nosotros que sabemos que
el discípulo no es más que el maestro, hemos de ser conscientes de que también
tendremos que sufrir incomprensión y persecución.
Todo
ello constituye un fajo que pesa encima de nosotros, un fardo que nos doblega.
Y sentimos como si Jesús nos dijera: «Deja tu fardo a mis pies, yo me ocuparé
de él; dame este peso que te agobia, yo te lo llevaré; descárgate de tus
preocupaciones y dámelas a mí...».
Es
curioso: Jesús nos invita a dejar nuestro peso, pero nos ofrece otro: su yugo,
con la promesa, eso sí, de que es suave y ligero. Nos quiere enseñar que no
podemos ir por el mundo sin ningún peso. Una carga u otra la hemos de llevar.
Pero que no sea nuestro fardo lleno de materialidad; que sea su peso que no
agobia.
En
África, las madres y hermanas mayores llevan a los pequeños en la espalda. Una
vez, un misionero vio a una niña que llevaba a su hermanito... Le dice: «¿No
crees que es un peso demasiado grande para ti?». Ella respondió sin pensárselo:
«No es un peso, es mi hermanito y le amo». El amor, el yugo de Jesús, no sólo
no es pesado, sino que nos libera de todo aquello que nos agobia.
Para la reflexión personal
a)
¿Qué
actitudes de Jesús manifiestan que él es buen pastor?
b)
«Vio
Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos». ¿De quiénes sentiría hoy Jesús
compasión? ¿Cómo son nuestras miradas sobre los demás y a qué nos comprometen?
c)
¿En qué
medida este evangelio es un Buena Noticia para aquellas personas que se encuentran
perdidas y desorientadas?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra: tu
Hijo Jesús sintió la preocupación por el descanso de sus apóstoles. Él mismo
debió sentirse cansado muchas veces, con el cansancio propio de un hombre
verdadero.
Era
comprensible que quisiera aprovechar bien los pocos momentos de que dispondrían
para descansar, y comer, para recuperar las energías perdidas.
Pero
las ovejas reclamaban mucho la atención de sus pastores. Y no podía decir que
no, aunque fallaran las fuerzas físicas.
Madre,
yo también siento muchas veces el cansancio en el ejercicio de mi ministerio. Y
siento como un deber dedicar tiempo a mi descanso, para poder rendir bien cada
jornada. Te pido que me acojas en tus brazos, con la ternura de una madre, para
descansar en ti.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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