+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
me impactan esas palabras tuyas del evangelio: al enterarte de la muerte del
amigo, te retiraste. Para ti Juan, además de primo, era muy importante, “el
mayor nacido de mujer”. Y esa muerte violenta tan injusta, tan caprichosa, tan
deleznable, te impresionó tanto que necesitaste silencio y soledad para
reflexionar sobre ella y ¿por qué no? Para pensar que era una premonición de tu
propia muerte. Dame, Señor, sensibilidad humana ante tantas muertes violentas,
injustas, que nos trae la prensa cada día y que tal vez nos vamos acostumbrando
a ellas.
Del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21
En
aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una
barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo
siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella
muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer". Pero Jesús les replicó: "No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer". Ellos le contestaron: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados". Él les dijo: "Tráiganmelos".
Luego
mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos
pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se
los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron
hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos.
Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los
niños.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el Evangelio toca nuestros
“bolsillos mentales”... Por esto, como en tiempos de Jesús, pueden aparecer las
voces de los prudentes para sopesar si vale la pena tal asunto. Los discípulos,
al ver que se hacía tarde y que no sabían cómo atender a aquel gentío reunido
en torno a Jesús, encuentran una salida airosa: «Que vayan a los pueblos y se
compren comida». Poco se esperaban que su Maestro y Señor les fuera a romper
este razonamiento tan prudente, diciéndoles: «Denles ustedes de comer».
Un
dicho popular dice: «Quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe contar». Y
es cierto, los discípulos —nosotros tampoco— no sabemos contar, porque
olvidamos frecuentemente el sumando de mayor importancia: Dios mismo entre
nosotros.
Los
discípulos realizaron bien las cuentas; contaron con exactitud el número de
panes y de peces, pero al dividirlos mentalmente entre tanta gente, les salía
casi un cero periódico; por eso optaron por el realismo prudente: «No tenemos
aquí más que cinco panes y dos peces». ¡No se percatan de que tienen a Jesús
—verdadero Dios y verdadero hombre— entre ellos!
Parafraseando
a san Josemaría, no nos iría mal recordar aquí que: «En las empresas de
apostolado, está bien —es un deber— que consideres tus medios terrenos (2 + 2 =
4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando:
Dios + 2 + 2...». El optimismo cristiano no se fundamenta en la ausencia de
dificultades, de resistencias y de errores personales, sino en Dios que nos
dice: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Sería
bueno que tú y yo, ante las dificultades, antes de dar una sentencia de muerte
a la audacia y al optimismo del espíritu cristiano, contemos con Dios. Ojalá
que podamos decir con san Francisco aquella genial oración: «Allí donde haya
odio que yo ponga amor»; es decir, allí donde no salgan las cuentas, que cuente
con Dios.
Para la reflexión personal
a)
¿Cuáles
son nuestros sentimientos ante la gente que necesita ayuda?
b)
¿En qué
medida estamos poniendo nuestros cinco panes y dos peces para que el Señor los
aumente al servicio de los demás?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía: los discípulos de Jesús requirieron de mucha fe para ponerse
a repartir a la multitud aquellos cinco panes y dos pescados. Fe que fue
recompensada cuando comenzaron a ver que efectivamente aquel alimento se
multiplicaba en sus manos.
Así nosotros, tus sacerdotes, también necesitamos
fe para reconocer que no son nuestras pobres fuerzas las que obran los
milagros, sino el poder conferido por tu Hijo, para que administremos la gracia
convenientemente.
Sé que al que mucho se le da mucho se le pedirá.
Soy consciente de que he recibido mucho. Ayúdame, Madre, para que el fruto de
mi trabajo sea abundante.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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