+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
«La Madre de Jesús,
glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la
Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo,
hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha,
como señal de esperanza cierta y de consuelo» (Constitución sobre la Iglesia.
n. 68).
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las
montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En
cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se
llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su
esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho
en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia
llega de generación en generación a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón
altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos
los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como
lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para
siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su
casa.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy celebramos la solemnidad de
la Asunción de Santa María en cuerpo y alma a los cielos. «Hoy —dice san
Bernardo— sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los
ciudadanos celestes». Y añadirá estas preciosas palabras: «¡Qué regalo más
hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de
amistad —que es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo
celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está allí,
de donde proceden los mejores regalos y los dones de más valor. Encumbrada a
las alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los hombres».
El
primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta
fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio
acogedor. Con esta Palabra en su espacio interior, engendrando la Vida para los
hombres en su vientre, «se levantó María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel»
(Lc 1,39-40). La presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama
Isabel.
Sobre
todo, nos hace el don de su alabanza, su misma alegría hecha canto, su Magníficat:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
Salvador...» (Lc 1,46-47). ¡Qué regalo más hermoso nos devuelve hoy el cielo
con el canto de María, hecho Palabra de Dios! En este canto hallamos los
indicios para aprender cómo se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo
celeste, y llegar a responder como Ella al regalo que nos hace Dios en su Hijo,
a través de su Santa Madre: para ser un regalo de Dios para el mundo, y mañana
un regalo de nuestra humanidad a Dios, siguiendo el ejemplo de María, que nos
precede en esta glorificación a la que estamos destinados.
Para la reflexión personal
a) Mi
oración ¿es ante todo expresión de un sentimiento o celebración y
reconocimiento de la acción de Dios?
b) María
es presentada como la creyente en la Palabra del Señor. ¿Cuánto tiempo dedico a
escuchar la Palabra de Dios?
c) ¿Tu
oración se alimenta de la Biblia, como ha hecho María? ¿O mejor me dedico al
devocionismo que produce oraciones incoloras e insípidas?
d) ¿Te
convences que volver a la plegaria bíblica es seguridad de encontrar un
alimento sólido, escogido por María misma?
e) ¿Está en la lógica
del Magnificat que exalta el gozo del dar, del perder para encontrar, del
acoger, la felicidad de la gratuidad, de la donación?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: ¡alégrate,
Virgen María! Has llegado al cielo para ser entronizada a la derecha de tu
Hijo, para reinar para siempre junto con Él.
Quiero
imaginar ese día maravilloso de tu Asunción a los cielos.
Imagino
que estabas dormida, hermosa, vestida de blanco. Los ángeles junto a ti, fuiste
despertada de tu sueño para ser llevada a la realidad divina. Te pusieron un
manto azul precioso y suave, que ellos mismos habían traído del cielo, y luego
te elevaron con ellos, entre muchas nubes, y las miradas extasiadas de los que
te acompañaban alrededor de tu lecho.
Todos
te vieron irse, y lloraron de gozo porque vieron el cielo abierto, en el que te
recibían millares de ángeles, para llevarte al abrazo de tu Hijo. Tu rostro era
la plenitud. Tu cuerpo estaba resplandeciente, glorioso, y brillaba como si
estuvieras envuelta de sol.
Tú
te habías ido, pero el Espíritu Santo estaba con ellos, y llenó de fuego
ardiente sus corazones, dándoles fortaleza para cumplir con celo apostólico
todo lo que tú les había enseñado, lo que Jesús les había dicho, y lo que el
Espíritu Santo les había recordado.
Te
veías hermosa, rodeada de ángeles como niños, vestida de blanco con un manto
azul, sonriendo, llena de gozo, llena de gloria, brillando y subiendo entre
nubes y ángeles que cantaban.
A
la derecha de tu trono estaban los tronos de tus sacerdotes, con sus nombres
grabados en placas de oro, uno por cada uno, uno por cada sacerdote.
Yo
quiero estar allí contigo, Reina del Cielo, y gozar contigo, para siempre, del
Reinado universal de Cristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario