sábado, 26 de octubre de 2019

Domingo con Cristo: Mi oración: ¿Qué le digo a Dios?


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, Tú me conoces y sabes de mis grandezas y también de mis caídas. Me conoces más que ningún otro y sabes que tengo un deseo muy grande de seguir fielmente tus pasos. Te pido que esta oración me llene de fuerzas para vivir el combate de la vida cristiana y que renueve mis deseos de ser santo.

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor.


Reflexión

1.- Un fariseo y un publicano sin nombres propios.
Cuando en la biblia no se nombran los personajes, la intención del autor es que sirvan de modelo para las generaciones futuras. Ese fariseo y ese publicano podemos ser tú y yo en el siglo XXI. ¿Cómo era el fariseo? Lo describe muy bien el mismo autor: “seguro de sí mismo”, “se creía justo”, “despreciaba a los demás”. Veamos “Seguro de sí mismo” Lo propio del hombre es sentirse débil, frágil, inseguro. ¿No dice la primera página de la Biblia que el hombre salió del barro? (Gn. 2,7). No nos hizo Dios de oro o de bronce sino de arcilla. Por eso nos caemos y nos rompemos con tanta facilidad. “Se creía justo”. Él cumplía la Ley, iba al Templo, y era devoto: ayunaba, rezaba, y daba limosnas. Los malos eran “los demás”. Y no es que estas obras piadosas fueran malas, el malo era él que con su “soberbia” lo estropeaba todo. “Y despreciaba a los demás” Esto era lo peor. En cambio el “publicano” con su cuerpo inclinado en señal de esclavo, se sentía pecador y así lo manifestaba.

2.- El fariseo y el publicano eran creyentes; pero el Dios en quien creían era distinto.
Fariseo significa “separado”. Los fariseos eran un grupo que se preparaba para la venida del Mesías a través del estudio de la Ley y de prácticas piadosas. Se separaban de los demás porque se creían los buenos y no podían contaminarse con los malos. Dios era para ellos como un “buen patrón a quien le compraban el cielo por sus obras buenas”. Por eso se recreaban en las obras de sus manos. A Jesús no le podían tolerar que “comiese con pecadores”, menos si eran publicanos, es decir, “pecadores públicos”. Tampoco le toleraban que curase en sábado. Si la gente sufría, pasaba hambre, estaba enferma o se sentía sola y abandonada, eso no les interesaba para nada. Lo importante era que se cumpliera la Ley tal y como ellos la interpretaban. El publicano (probablemente recaudador de los tributos de Roma) se sentía pecador, era odiado por los judíos y se creía que Dios ya lo había marginado. Cuando Jesús le dice que ha salido “justificado”, es decir, que Dios le ha perdonado y lo ha hecho justo, no se lo cree. Ya toda su vida la pasará para dar gracias a un Dios tan bueno que ni le ha tenido en cuenta su pecado. Tan sólo se ha fijado en su humildad.

3.- Dos maneras distintas de orar.
El fariseo y el publicano suben al Templo a orar. El fariseo ora “erguido” es decir, con soberbia. Da gracias a Dios no porque le haya colmado de favores sino porque “no es como los demás”. ¿Habrá en la vida cosa más hermosa que ser como los demás? Ni más que los demás con complejo de superioridad, ni menos que los demás con complejo de inferioridad. Ser como los demás es ponerse en actitud de crear igualdad, crear fraternidad.
El fariseo, tiene otro gran defecto: “tiene el yo muy subido”. “Yo ayuno, yo hago limosnas”. Una cosa queda clara: a Dios podemos ir por las malas o por las buenas. Podemos ir por las malas, en plan de exigencia, como el fariseo. O podemos ir por las buenas, en plan de indigencia, como el publicano. La oración no es cuestión de puños cerrados, sino de manos abiertas.


Para la reflexión personal

a)   ¿Caigo en la cuenta de que yo también puedo ser un fariseo? ¿Cuándo? ¿Cómo?
b)   ¿En qué Dios estoy creyendo? ¿En un Dios que me exige y me controla? ¿O en un Dios que me ama, me perdona y     me salva?
c)   ¿A qué voy a la oración? ¿A contarle a Dios lo malos que son los demás? ¿O a confesarle humildemente mis pecados para que me perdone y me abrace?

Medita la oración hecha canción.


ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!

«Jesús, Maestro, ten piedad de mí»


Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria


Pidámosle a María su maternal ayuda.


Salve, Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

Guía: Que con el auxilio de tan dulce intercesora,
Todos: seamos siempre fieles en el terreno caminar. Amén


+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



Padre José Luis Romero Landeros IJS

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