+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen
Jesús, Tú has venido a salvarnos y a mostrarnos el amor infinito de Dios por
nosotros. Te pido que me ayudes a abrir mis oídos y mi corazón para que
pueda contemplar el misterio del amor con los ojos de María en esta oración y
pueda así seguirte coherentemente como Ella.
Hago en silencio un breve examen de conciencia.
Señor,
yo sé que peco y falto muchas veces contra Ti. Te ruego que me perdones y
derrames tu misericordia en mi corazón para que junto a Ti, pueda ponerme
de pie y no pecar más.
Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
En
el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra
estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio Él estaba con Dios. Todas las
cosas vinieron a la existencia por Él y sin Él nada empezó de cuanto existe. Él
era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las
tinieblas y las tinieblas no la recibieron.
Hubo
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la
luz, sino testigo de la luz.
Aquel
que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por Él y, sin
embargo, el mundo no lo conoció.
Vino
a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad
del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como
a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio
de Él, clamando: "A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de
mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ".
De
su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada
por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por
Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el
seno del Padre, es quien lo ha revelado.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy, la Iglesia contempla
agradecida la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad
para con todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con
el Niño”, el cual está acompañado de María, su Madre, y de José. La discreta
presencia de José sugiere la importante misión de ser custodio del gran
misterio del Hijo de Dios. Todos juntos, pastores, María y José, «con el Niño
acostado en el pesebre» (Lc 2,16) son como una imagen preciosa de la Iglesia en
adoración.
“El
pesebre”: Jesús ya está ahí puesto, en una velada alusión a la Eucaristía. ¡Es
María quien lo ha puesto! Lucas habla de un “encuentro”, de un encuentro de los
pastores con Jesús. En efecto, sin la experiencia de un “encuentro” personal
con el Señor no se da la fe. Sólo este “encuentro”, el cual ha comportado un
“ver con los propios ojos”, y en cierta manera un “tocar”, hace capaces a los
pastores de llegar a ser testigos de la Buena Nueva, verdaderos evangelizadores
que pueden dar «a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño» (Lc
2,17).
Se
nos señala aquí un primer fruto del “encuentro” con Cristo: «Todos los que lo
oyeron se maravillaban» (Lc 2,18). Hemos de pedir la gracia de saber suscitar
este “maravillamiento”, esta admiración en aquellos a quienes anunciamos el
Evangelio.
Hay
todavía un segundo fruto de este encuentro: «Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20).
La adoración del Niño les llena el corazón de entusiasmo por comunicar lo que
han visto y oído, y la comunicación de lo que han visto y oído los conduce
hasta la plegaria de alabanza y de acción de gracias, a la glorificación del
Señor.
María,
maestra de contemplación —«guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su
corazón» (Lc 2,19)— nos da Jesús, cuyo nombre significa “Dios salva”. Su nombre
es también nuestra Paz. ¡Acojamos en el corazón este sagrado y dulcísimo Nombre
y tengámoslo frecuentemente en nuestros labios!
Para la reflexión
personal
a) ¿De
qué modo el texto enseña que el pequeño es el más grande en el cielo y el más
pobre en la tierra?
b) ¿Cuáles
son las conductas de María y de los pastores ante el Misterio de Dios que se
les revela?
c) ¿Cuál
es el mensaje que Lucas quiere comunicarnos por medio de estos detalles?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
ES TU MOMENTO CON DIOS. ¡ORA!
Gracias,
mi Buen Señor, por darnos a María. Gracias por dejar que Ella también sea
nuestra Madre. Te pido, Señor, que me ayudes a vivir cada día más plenamente
como un hijo de María, y así asemejarme cada vez más a Ti.
Reza un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria
Pidámosle a María su maternal
ayuda.
Madre del Redentor, Virgen
fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.
Amén
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
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