+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, gracias por esta
semana que comienza. Gracias por el don de la fe y por permitirme estar en tu
presencia. Te pido, Señor, que me ayudes a hacer silencio para poder escuchar
tu Palabra de Vida, llevarla a mi corazón y anunciarla con alegría a mis
hermanos.
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 34-11, 1
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a
traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He
venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con
su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El
que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los
recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha
enviado.
El
que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que
recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere,
aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser
discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa". Cuando acabó
de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y
predicar en otras ciudades.
Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús empieza dando a
conocer el efecto de su enseñanza. Más allá de los efectos positivos, evidentes
en la actuación del Señor, el Evangelio evoca los contratiempos y los efectos
secundarios de la predicación: «Enemigos de cada cual serán los que conviven
con él» (Mt 10,36). Ésta es la paradoja de vivir la fe: la posibilidad de
enfrentarnos, incluso con los más próximos, cuando no entendemos quién es
Jesús, el Señor, y no lo percibimos como el Maestro de la comunión.
En un segundo momento, Jesús
nos pide ocupar el grado máximo en la escala del amor: «quien ama a su padre o
a su madre más que a mí…» (Mt 10,37), «quien ama a sus hijos más que a mí…» (Mt
10,37). Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de Dios,
puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10,40).
El efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar
de la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un
profeta y un justo.
La recomendación del Maestro
acaba valorando los pequeños gestos de ayuda y apoyo a quienes viven
acompañados por el Señor, a sus discípulos, que somos todos los cristianos. «Y
todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños,
por ser discípulo...» (Mt 10,42). De este consejo nace una responsabilidad:
respecto al prójimo, debemos ser conscientes de que quien vive con el Señor,
sea quien sea, ha de ser tratado como le trataríamos a Él. Dice san Juan
Crisóstomo: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacerían de él
una infinidad de bienes».
Para la reflexión personal
a)
Perder la
vida para poderla ganar. ¿Has tenido alguna experiencia de sentirte
recompensado/a por una entrega gratuita de ti a los demás?
b)
Aquel que los
recibe a ustedes a mí me recibe, y aquel que me recibe a mí, recibe a aquel que
me ha enviado. Detente y piensa en lo que Jesús dice aquí: él y Dios mismo se
identifican contigo.
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: tú supiste mucho de dificultades durante tu vida en la
tierra. Ser la madre del Salvador suponía enfrentarse con muchas adversidades.
Pero tu fe te llevó a superarlas todas, a tener la seguridad absoluta de que
todo estaba en el plan de Dios. Y por eso era bueno.
Madre:
ayúdame a fortalecer mi fe, para saber llevar mi cruz con la paciencia de los
santos.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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