+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
En
este día, Señor, quiero crecer en amor y en confianza en Ti. Sé que cuando
estoy a tu lado, voy por el buen camino. Pero quisiera vivir cada vez más cerca
Tuyo, porque nos has creado para la comunión y la amistad contigo y sé que mi
corazón está sediento de Ti. Que este momento de oración me ayude a conocerte
mejor y alimentarme de tu Palabra.
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo
hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le
arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que
cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel
que A oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las
riquezas, la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a
quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno;
otros, el sesenta; y otros, el treinta".
Palabra del Señor.
Reflexión
Dios
es un agricultor paciente. Los tiempos pertenecen al Padre, porque sólo Él conoce
el día y la hora de la siega y la trilla. Dios espera. Y también nosotros
debemos esperar sincronizando el reloj de nuestra esperanza con el designio
salvador de Dios. Dice Santiago: «Vean como el labrador aguarda el fruto
precioso de la tierra, esperando con paciencia las lluvias tempranas y tardías»
(St 5,7). Dios espera la cosecha haciéndola crecer con su gracia. Nosotros
tampoco podemos dormirnos, sino que debemos colaborar con la gracia de Dios
prestando nuestra cooperación, sin poner obstáculos a esta acción
transformadora de Dios.
El
cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible en sus
efectos; podemos verlos en los milagros auténticos y en los ejemplos clamorosos
de santidad de vida. Son muchos los que, después de haber oído todas las
palabras y el ruido de este mundo, sienten hambre y sed de escuchar la Palabra
de Dios, auténtica, allí donde está viva y encarnada. Hay miles de personas que
viven su pertenencia a Jesucristo y a la Iglesia con el mismo entusiasmo que al
principio del Evangelio, ya que la palabra divina «halla la tierra donde
germinar y dar fruto» (San Agustín); debemos, pues, levantar nuestra moral y
encarar el futuro con una mirada de fe.
El
éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing,
sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia
del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos
sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa.
Para la reflexión personal
a) La
escucha de la Palabra de Dios, ¿te lleva a la comprensión profunda o permanece
sólo como un ejercicio intelectual?
b) ¿Eres
corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la
Palabra?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
nuestra: el Espíritu Santo fecundó tu vientre, como tierra buena, digna morada
del Verbo de Dios, de quien ha venido para todos los hombres un fruto
abundante.
Eres la
tierra más pura y fecunda: tierra de María. Tierra buena y fértil, en donde no
puede ser sembrada la cizaña.
Tus
padres dieron a luz a la Pureza, a la Belleza, a la Inmaculada, a la Siempre
Perfecta y Virgen, a la Estrella de Mar y Reina del Cielo y de la Tierra, a la
Niña y a la Madre, que guardaría la inocencia y el amor, para ser el Arca en
donde se guardan los tesoros de Dios.
Fuiste
una niña que creció en el seno de una familia. Después fuiste la Madre que daba
a luz y hacía nacer, alimentaba y hacía crecer al fruto bendito de su vientre,
por el que todas las naciones serían reunidas, por el que se harían nuevas
todas las cosas, por el que los hombres alcanzarían la gloria de Dios.
Entiendo
muy bien que en aquella visita familiar a tu prima Isabel tu alma exultara de
gozo, dando gracias a Dios, mientras ella bendecía al fruto de tu vientre.
Madre:
intercede por mí para que sea tierra buena, y dé fruto abundante para la
familia de Dios, que es tu Iglesia.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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