+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor
Jesús, Amigo fiel, gracias por este nuevo día que me concedes. Gracias también
por este momento de encuentro en el que me das la ocasión de alimentarme de tu
palabra de vida. Hoy, que recordamos a Santiago, uno de tus 12 apóstoles, te
pido que me ayudes a vivir el camino de la humildad y del servicio con
generosidad.
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?" Ellos contestaron: "Sí podemos". Y él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".
Al oír aquello, los otros diez discípulos se
indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya
saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen.
Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea
el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el
Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por
la redención de todos".
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una
situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades
cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su
casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un
Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva
dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno,
pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos
hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino»
De
igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los
primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su
mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la
Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con
confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria
sin haber aceptado la cruz.
La
respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para
participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa», es
decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al
servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo
Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a
Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando
confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».
Seguir
a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del
bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo.
Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores
de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre
llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.
Para la reflexión personal
a) Santiago
y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento. Yo, ¿qué busco en mi relación
con Dios y qué pido en la oración?
b) ¿Cómo
acojo el sufrimiento que se da en la vida y que es contrario a aquello que pido
en la oración?
c) Jesús
dice: “¡No ha de ser así entre ustedes!” Nuestra manera de vivir en la
comunidad y en la iglesia ¿está de acuerdo con este consejo de Jesús?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es responderle
al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra
Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a María
su maternal ayuda.
Madre
mía: la madre de los hijos de Zebedeo era una de las
mujeres que te acompañaban. Como toda buena madre, quería lo mejor para sus
hijos. Los dos habían sido elegidos por Jesús como Apóstoles, y ella sabía que
la intercesión de la madre es poderosa. Se atreve, con valentía y fe, a pedirte
los puestos de honor para sus hijos.
Tú eres
la omnipotencia suplicante, y Jesús te dejó como madre nuestra. Tu poder de
intercesora no tiene comparación. Muestra que eres madre, y pide para mí a tu
Hijo lo que yo no sé pedir, y tú sí sabes bien que necesito.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
No hay comentarios.:
Publicar un comentario