+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
muchas veces he pensado en este joven, buen cumplidor de la ley, a quien Jesús
mira con afecto. ¡Qué oportunidad le ofrece Jesús! Seguirle a Él…, disfrutar de
su compañía…, compartir su mundo, su riqueza interior, ser plenamente feliz…,
y, por ser miope, de mirada corta, de vuelo horizontal, se quedó solo con su
riqueza humana, es decir, con su pobreza existencial, su limitación, su
fragilidad, su finitud. Señor, yo quiero estar siempre contigo: con un
horizonte abierto al infinito, con una felicidad completa, esa que sólo Tú me
puedes dar.
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 16-22
En
aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: "Maestro, ¿qué
cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?" Le respondió
Jesús: "¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el
bueno: Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos".
Él replicó: "¿Cuáles?"
Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.
Le
dijo entonces el joven: "Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más
me falta?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve a vender todo
lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo;
luego ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido,
porque era muy rico.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy
la liturgia de la palabra pone ante nuestra consideración el famoso pasaje del
joven rico, aquel joven que no supo responder ante la mirada de amor con que
Cristo se fijó en él.
San
Juan Pablo II nos recuerda que en aquel joven podemos reconocer a todo hombre
que se acerca a Cristo y le pregunta sobre el sentido de su propia vida:
«Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». El Papa
comenta que «el interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el bien
moral y el pleno cumplimiento del propio destino».
También
hoy, ¡cuántas personas se hacen esta pregunta! Si miramos a nuestro alrededor, podemos
quizá pensar que son pocas las personas que ven más allá, o bien que el hombre
del siglo XXI no necesita hacerse este tipo de preguntas, ya que las respuestas
no le sirven.
Jesús
le responde: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es el Bueno.
Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».
No
es solamente legítimo el preguntarse acerca del más allá, sobre el sentido de
la vida, sino que... ¡es necesario hacerlo! El joven le ha preguntado qué tiene
que hacer para alcanzar la vida eterna, y Cristo le responde que tiene que ser
bueno.
Hoy,
para algunos o para muchos puede parecer imposible “ser bueno”... O bien, les
puede parecer algo sin sentido: ¡una tontería! Hoy, como hace veinte siglos,
Cristo nos sigue recordando que para entrar en la vida eterna es necesario
cumplir los mandamientos de la ley de Dios: no se trata de un “óptimo”, sino
que es el camino necesario para que el hombre se asemeje a Dios y así pueda
entrar en la vida eterna de manos de su Padre-Dios. En efecto, «Jesús muestra
que los mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no hay
que sobrepasar, sino como una senda abierta para un camino moral y espiritual
de perfección, cuyo impulso interior es el amor» (San Juan Pablo II).
Para la reflexión personal
El joven rico
es un personaje al que tenemos que mirar con cariño. Quería ser mejor, quería
progresar en su fe, pero su apego a las riquezas se lo impidió:
a)
– ¿Qué
rasgo nos llama más la atención de este joven?
b)
– ¿Qué
nos impide en nuestra vida progresar en el seguimiento de Jesús?
c)
– ¿Qué
mensaje nos ofrece este texto a cada uno de nosotros?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN:
¿Qué le digo a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos
habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es
muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al
Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre
mía: el desprendimiento total cuesta
mucho, pero sé que es necesario tener el corazón libre, para que pueda cumplir
bien con mi ministerio.
Me sirve
mucho pensar en Jesús en la Cruz, desprendido de todo.
Ayúdame
y enséñame a sacar fuerzas de la celebración de la Santa Misa, para imitar al
Maestro también en eso.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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