miércoles, 5 de agosto de 2020

Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí!

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Jesús, puesto en tu presencia quiero comenzar este momento de oración pidiéndote que envíes sobre mí la luz de tu Espíritu Santo. Ayúdame a acoger tu Palabra en mi mente y en mi corazón. Concédeme la fuerza y la perseverancia para ser cada día un mejor discípulo tuyo, muriendo Contigo a todo lo que es muerte, y naciendo junto a Ti a todo lo que es vida.

 

Del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman".

Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

Hoy, el Evangelio nos habla de la Transfiguración de Jesucristo en el monte Tabor. Jesús, después de la confesión de Pedro, empezó a mostrar la necesidad de que el Hijo del hombre fuera condenado a muerte, y anunció también su resurrección al tercer día. En este contexto debemos situar el episodio de la Transfiguración de Jesús. Atanasio el Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto». El mensaje que Jesús transfigurado nos trae son las palabras del Padre: «Éste es mi Hijo amado; escúchenlo». Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.

Con el fin de evitar equívocos y malas interpretaciones, Jesús «les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos». Los tres apóstoles contemplan a Jesús transfigurado, signo de su divinidad, pero el Salvador no quiere que lo difundan hasta después de su resurrección, entonces se podrá comprender el alcance de este episodio. Cristo nos habla en el Evangelio y en nuestra oración; podemos repetir entonces las palabras de Pedro: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!», sobre todo después de ir a comulgar.

El prefacio de la misa de hoy nos ofrece un bello resumen de la Transfiguración de Jesús. Dice así: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección». Una lección que los cristianos no debemos olvidar nunca.

 

Para la reflexión personal

 

a)     Tu fe en Jesús, ¿te ha proporcionado algunos momentos de transfiguración y de intensa alegría?

 

b)    Estos momentos ¿cómo te han dado fuerza en la hora de las dificultades?

 

c)    ¿Cómo transfigurar, hoy, tanto la vida personal y familiar, como la vida comunitaria en nuestro barrio?

 

Medita la oración hecha canción.

 

 

https://n9.cl/3fly

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a María su maternal ayuda.

 

Madre mía: yo sé que siempre me acompañas durante la celebración de la Santa Misa, como acompañaste a Jesús junto a la Cruz. Pienso que estás junto a mí, de pie, a la derecha.

De igual modo, me acompañas durante mi oración. Te pido que me ayudes para estar muy atento, que no me deje vencer por el cansancio, por el sueño, para poder escuchar a Jesús, y la voz del Padre, y decir, como san Pedro, “Maestro ¡qué a gusto estamos aquí!”.

Permanece, Madre, a mi lado, en ese diálogo con tu Hijo, e intercede por mí para que sepa escucharlo y haya mucho fruto.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy


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