+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor
Jesús, que con tu cruz me muestras el camino que debo recorrer para llegar a la
resurrección, te pido que me acompañes en este momento de encuentro con tu
palabra, que no tenga miedo de seguirte y cargar mi cruz con alegría.
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y
me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su
vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si
pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras. Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey".
Palabra del Señor.
Reflexión
En
numerosas ocasiones, frente al sufrimiento generado por nosotros mismos o por
otros, oímos: «Debemos soportar la cruz
que Dios nos manda... Dios lo quiere así...», y vamos acumulando
sacrificios como cupones pegados en una cartilla, que presentaremos en la
auditoria celestial el día que nos toque rendir cuentas.
El
sufrimiento no tiene valor en sí mismo. Cristo no era un estoico: tenía sed,
hambre, cansancio, no le gustaba que le abandonaran, se dejaba ayudar... Donde
pudo alivió el dolor, físico y moral. ¿Qué pasa entonces?
Antes
de cargar con nuestra “cruz”, lo primero, es seguir a Cristo. No se sufre y
luego se sigue a Cristo... A Cristo se le sigue desde el Amor, y es desde ahí
desde donde se comprende el sacrificio, la negación personal: «Quien quiera
salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará».
Es el amor y la misericordia lo que conduce al sacrificio. Todo amor verdadero
engendra sacrificio de una u otra forma, pero no todo sacrificio engendra amor.
Dios no es sacrificio; Dios es Amor, y sólo desde esta perspectiva cobra
sentido el dolor, el cansancio y las cruces de nuestra existencia tras el
modelo de hombre que el Padre nos revela en Cristo.
Para la reflexión personal
a) Quien pierde la
vida, la gana. ¿Cuál es la experiencia que tengo en este punto?
b) Las palabras de
Pablo: “Por mí, no quiero sentirme orgulloso de nada, sino de la cruz de Cristo
Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo, para
el mundo”. ¿Tengo valor para repetirlas en mi vida?
Medita
la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar, es
responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre
Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a
María su maternal ayuda.
Madre nuestra: cuando Jesús decía que era necesario que fuera
condenado a muerte, tú sabías, mejor que nadie, de qué género de muerte estaba
hablando. Y sufría tu corazón de Madre, no sólo por los padecimientos de tu
Hijo, sino por la causa de esos padecimientos.
Cuando
llegó el momento, estuviste firme al pie de la Cruz, mirando el rostro de
Jesús, encontrando su mirada, que reflejaba dolor, amor, esperanza. Veías su
esfuerzo, su sacrificio, su silencio, su entrega, porque todo lo soportaba.
Tú
estabas allí, entregándote con Él, con tu mirada fija en Él, sin importarte la
humillación ni el desprecio, consintiendo el momento y aceptando el
sufrimiento, ofreciendo a tu Hijo y ofreciéndote con Él.
Tus ojos
sólo lo veían a Él. Tus oídos sólo lo escuchaban a Él. Y junto a ti estaba un
hombre que sufría mucho, pero que se mantuvo de pie contigo.
Yo
también quiero mantenerme de pie contigo. Ayúdame, Madre, a aceptar mi cruz de
cada día, para seguir a Jesús.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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