viernes, 7 de agosto de 2020

Señor, ten compasión de mi hijo.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Señor Jesús, Tú me has llamado a la felicidad y al hacerte hombre pasaste por el mundo llevando esperanza y alegría, curando, sanando, perdonando. Al ver el amor tan grande que tienes por todos nosotros, quiero decirte que quiero vivir cada día más cerca de Ti. Te pido que esta oración me ayude a tener un corazón cada vez más como el tuyo y que estando en tu presencia, pueda acoger todas las gracias que quieres derramar sobre mí con generosidad.

 

Del santo Evangelio según san Mateo 17, 14-20

En aquel tiempo, al llegar Jesús a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, que se puso de rodillas y le dijo: "Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques terribles. Unas veces se cae en la lumbre y otras muchas, en el agua. Se lo traje a tus discípulos, pero no han podido curarlo".

Entonces Jesús exclamó: "¿Hasta cuándo estaré con esta gente incrédula y perversa? ¿Hasta cuándo tendré que aguantarla? Tráiganme aquí al muchacho". Jesús ordenó al demonio que saliera del muchacho, y desde ese momento éste quedó sano.

Después, al quedarse solos con Jesús, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera a ese demonio?" Les respondió Jesús: "Porque les falta fe. Pues yo les aseguro que si ustedes tuvieran fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese monte: ‘Trasládate de aquí para allá’, y el monte se trasladaría. Entonces nada sería imposible para ustedes".

Palabra del Señor.

 

Reflexión

Hoy, una vez más, Jesús da a entender que la medida de los milagros es la medida de nuestra fe.

Por tanto, los milagros ahí están y, si no vemos más es porque no le permitimos hacerlos por nuestra poca fe.

Ante una situación desconcertante y a todas luces, incomprensible, el ser humano reacciona de diversas maneras. La epilepsia era considerada como una enfermedad incurable y que sufrían las personas que se encontraban poseídas por algún espíritu maligno.

El padre de aquella criatura expresa su amor hacia el hijo buscando su curación integral, y acude a Jesús. Su acción es mostrada como un verdadero acto de fe. Él se arrodilla ante Jesús y lo impreca directamente con la convicción interior de que su petición será escuchada favorablemente. La manera de expresar la demanda muestra, a la vez, la aceptación de su condición y el reconocimiento de la misericordia de Aquél que puede compadecerse de los otros.

Aquel padre trae a colación el hecho de que los discípulos no han podido echar a aquel demonio. Este elemento introduce la instrucción de Jesús haciendo notar la poca fe de los discípulos. Seguirlo a Él, hacerse discípulo, colaborar en su misión pide una fe profunda y bien fundamentada, capaz de soportar adversidades, contratiempos, dificultades e incomprensiones. Una fe que es efectiva porque está sólidamente enraizada. En otros fragmentos evangélicos, Jesucristo mismo lamenta la falta de fe de sus seguidores.

 

Para la reflexión personal

 

a)     «¡Generación incrédula y perversa!». ¿Cuáles son los obstáculos que nos impiden creer firmemente en el Señor?

 

b)    ¿A qué se deben muchos de nuestros fracasos como discípulos del Señor?

 

c)    A la luz de este evangelio, ¿cómo podemos acompañar nosotros a las familias que sufren por la enfermedad o pérdida de un hijo?

 

 

Medita la oración hecha canción.

 

 

https://n9.cl/idnc

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a María su maternal ayuda.

 

Madre mía: el relato del pecado original en la Sagrada Escritura nos presenta esa caída como consecuencia de la soberbia, del hombre que se quiere hacer igual a Dios. El demonio, el enemigo de Dios, sólo quiere separar al hombre de su creador, y su arma es el engaño, deslumbrando con el atractivo de las cosas del mundo.

Y el remedio, para sanar esa herida del pecado, fue la humildad de Dios, que se hace hombre, y la humildad de la creatura, que se reconoce esclava del Señor.

Los sacerdotes tenemos la misión de arrojar demonios, en nombre de Jesús, pero necesitamos fe y, sobre todo, la fortaleza de la humildad, para ganar todas las batallas.

Ayúdanos, Madre, para que sepamos reconocer nuestra debilidad, reconciliándonos con Jesús, quien es el que nos da la fuerza.

Amén.      

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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