+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
al iniciar esta oración, me quedo con esas palabras tuyas: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Ese vacío
de cosas materiales me encanta. Ojalá pueda decirte: No me interesan las cosas
de este mundo: ni la fama, ni el poder, ni el dinero. Sólo me interesas Tú.
¿Qué me podrías dar mejor que tu persona? Todo el mundo sin Ti es una
nadería. Tú y sólo Tú es a aquel a quien yo quiero y a quien yo necesito.
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62
En
aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo:
“Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen
madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde
reclinar la cabeza”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro
le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”.
Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el
Reino de Dios”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy,
el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor
insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de
Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas». ¡Con qué simplicidad de expresión
se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!:
«Sígueme». Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni
traiciones...
La
vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque
toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende,
pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus
aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y
han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto,
desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera:
¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo
derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que
es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida
llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta
la vida que estamos llamados a vivir.
El
Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él
no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre,
entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes.
Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el
Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor
encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él
crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en
nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e
inocencia.
Para la reflexión personal
En el relato
de hoy tenemos varios espejos para confrontar nuestra vida de cristianos y
seguidores de Jesús.
a) ¿Cuáles son nuestras seguridades?
b) ¿De qué manera nos impiden vivir en plenitud el seguimiento de
Jesús?
c) ¿Cómo miramos nuestro pasado? ¿Qué esperanzas de futuro tenemos
que alentar en nuestra vida de seguimiento?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María su maternal ayuda.
Madre
mía: tu
Hijo me ha llamado, pero eres tú quien me lleva a Él. Es por ti que se va y se
vuelve a Jesús.
Yo
te pido que me ayudes a descubrir cuáles son mis tentaciones más grandes, y me
consigas la gracia para resistir y no caer.
Me
duele pensar que a ti te haga sufrir la falta de entrega de uno de tus hijos
predilectos, porque tú esperas mucho de los que se nos ha dado mucho.
Ayúdanos,
Madre, a ser fieles a Jesús, y que nuestra decisión de seguirlo se mantenga
siempre firme, con obras y de verdad.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy