+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Hoy,
Señor, vengo a la oración para que “desenmascares” mi vida. Me doy cuenta de
que puedo contarme en el número inmenso de fariseos y escribas que vivían bien
a costa de la religión. Estaban contentos bebiendo en odres viejos, sin aportar
nada del “nuevo vino” traído por Jesús. Te pido, Señor, que cambies mi vida,
que me conviertas al evangelio, que me embriagues con el vino nuevo de tu
salvación.
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.
Pero
si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta
el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en
señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios
está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con
menos rigor que esa ciudad”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy
Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos,
y los envió», la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser
delegada a unos pocos “especialistas”» (San Juan Pablo II): todos estamos
llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada
uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres
Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro
mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.
«La
mies es mucha, y los obreros pocos»: es interesante este sentido positivo de la
misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá
hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de
Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la
misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y
por la desesperanza.
De
entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El
anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender
forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no
se imponen, nos recuerda el Papa.
«No
lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias...»: la única fuerza del misionero ha de
ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el
evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza
evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el
apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer
libres.
El
misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el
“Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz
a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él;
si no, se volverá a ustedes». Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo
personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.
Para la reflexión personal
El
evangelio recoge el programa que Jesús entrega a sus discípulos cuando los
envía como misioneros del Reino de Dios. Si vamos recorriendo las instrucciones
que reciben:
a) ¿Cuál nos parece más necesaria en el trabajo evangelizador de hoy
día?
b) ¿Cómo se reflejan en nuestra vida de misioneros del Reino estas
instrucciones?
c) ¿Cuál se debería acentuar más?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María su maternal ayuda.
Madre mía: Teresita te veía a
ti como una Madre, más que como una Reina. Son innumerables las imágenes que ha
plasmado el arte cristiano mostrándote como madre, con el Niño en brazos. Es
imposible reproducir convenientemente la ternura con que mirarías a tu Hijo, y
el amor de tu corazón de madre.
A todos nos ayudan
esas imágenes para sentirnos igualmente protegidos y cuidados. Sobre todo a tus
hijos sacerdotes, que somos otros Cristos, el mismo Cristo.
Agradecemos tus
cuidados de madre, pero dinos ¿cómo debe ser el alma de niño?
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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