+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
¡Dichosa tú, que
has creído! María fue llamada dichosa, no por el hecho de ser Madre biológica
de Jesús, sino por su fe. María no ha llevado una vida fácil. Siempre ha estado
traspasada por una espada: la que le anunció Simeón. Su vida fue un Vía Crucis
que acabó en el Monte Calvario. En muchas ocasiones no entendía nada, pero se
fiaba plenamente de Dios. Por eso yo esta mañana te pido, Señor, que aumentes
mi fe. Dame la fe de María.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un
pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a
Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el texto del Evangelio
corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima
Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo
profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que
acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina
“gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar
de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una
madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que
peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain
Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.
Gozo
en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro
de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos:
«¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!».
El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas
descubiertas por San Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de
la Virgen María.
La
alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga
a mí?». La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para
darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en
nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la
mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el
asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo,
siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros.
Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de
continuidad entre una cosa y otra.
Para la reflexión personal
a) ¿Qué grado de alegría
espiritual experimentamos al reconocer que Dios está próximo a encontrarse con
nosotros?
b) Isabel descubrió a María
como la Madre del Señor. ¿En qué momentos de la vida hemos sido capaces de
reconocer la presencia de Dios en los demás?
c) ¿Cómo podemos dar
testimonio de la alegría que sentimos en lo más profundo de nuestro corazón
porque el Señor está con nosotros?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: Isabel
te considera dichosa por haber creído. Eso me hace pensar que la alegría tiene
que ver con la fe. Es fácil imaginar el encuentro con tu prima, en el que las
dos exultaban de gozo, no sólo por la alegría de verse, sino porque era la
manera de manifestar externamente la dicha de ver cómo se cumplen las promesas
de Dios.
Es
la misma alegría que siento cuando veo los milagros que realiza la gracia de
Dios a través de mi ministerio.
Es
la paz que siento, con la luz de la fe, también cuando hay sufrimiento, al
darme cuenta de que ningún día debo llevar la cruz sin alegría.
Ayúdame,
Madre, a contemplar tu vida, para aprender a exultar de gozo cumpliendo la
voluntad de Dios, confiando en que Él siempre cumple sus promesas.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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