+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
aquí me tienes de nuevo a tus pies para estar un rato contigo. Me gustaría
profundizar en este día en el gran signo de Jonás que, después de estar tres
días y tres noches en el vientre de un cetáceo, en lo profundo del mar,
saltó a la playa de la vida. A veces, Señor, se nos olvida que jamás
has hablado de tu muerte como el fin de tu vida sino que, detrás de la muerte,
nos has abierto una puerta a la esperanza que ya nada ni nadie nos podrá
cerrar: Y esa puerta siempre abierta es tu gloriosa Resurrección. Haz que yo
viva de esta gran verdad.
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
En
aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a
decirles: "La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal,
pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal
para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente
de este tiempo.
Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando
sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día
del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de
Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, Jesús nos dice que la señal
que dará a la “generación malvada” será Él mismo, como la “señal de Jonás”. De
la misma manera que Jonás dejó que lo arrojaran por la borda para calmar la
tempestad que amenazaba con hundirlos —y, así, salvar la vida de la
tripulación—, de igual modo permitió Jesús que le arrojasen por la borda para
calmar las tempestades del pecado que hacen peligrar nuestras vidas. Y, de
igual forma que Jonás pasó tres días en el vientre de la ballena antes de que
ésta lo vomitara sano y salvo a tierra, así Jesús pasaría tres días en el seno
de la tierra antes de abandonar la tumba.
La
señal que Jesús dará a los “malvados” de cada generación es su muerte y
resurrección. Su muerte, aceptada libremente, es la señal del increíble amor de
Dios por nosotros: Jesús dio su vida para salvar la nuestra. Y su resurrección
de entre los muertos es la señal de su divino poder. Se trata de la señal más
poderosa y conmovedora jamás dada.
Pero,
además, Jesús es también la señal de Jonás en otro sentido. Jonás fue un icono
y un medio de conversión. Cuando en su predicación «dentro de cuarenta días
Nínive será destruida» advierte a los ninivitas paganos, éstos se convierten,
pues todos ellos —desde el rey hasta niños y animales— se cubren con arpillera
y cenizas. Durante estos cuarenta días de Cuaresma, tenemos a alguien “mucho
más grande que Jonás” predicando la conversión a todos nosotros: el propio
Jesús. Por tanto, nuestra conversión debiera ser igualmente exhaustiva.
«Pues
Jonás era un sirviente», escribe san Juan Crisóstomo en la persona de
Jesucristo, «pero yo soy el Maestro; y él fue arrojado por la ballena, pero yo
resucité de entre los muertos; y él proclamaba la destrucción, pero yo he venido
a predicar la Buena Nueva y el Reino».
La
semana pasada, el Miércoles de Ceniza, nos cubrimos con ceniza, y cada uno
escuchó las palabras de la primera homilía de Jesucristo, «Arrepiéntete y cree
en el Evangelio». La pregunta que debemos hacernos es: —¿Hemos respondido ya
con una profunda conversión como la de los ninivitas y abrazado aquel
Evangelio?
Para la reflexión personal
a) En nuestra vida, ¿Qué señales de Dios
descubrimos?
b) ¿Cómo las interpretamos y a dónde nos conducen?
c) ¿Cómo las transmitimos a los demás?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: me
doy cuenta de que mi condición de sacerdote es señal para los hombres de la
presencia misericordiosa de tu Hijo, porque yo actúo siempre in persona Christi, y es Él quien
da eficacia a mi ministerio.
No
faltarán dificultades para poder dar un buen testimonio de Jesús. Te pido tu
ayuda para perseverar en mi lucha, con tenacidad, para identificarme plenamente
con tu Hijo, permaneciendo firme, como tú, junto a la Cruz.
Amén.
+ En el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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