+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, al iniciar mi oración sobre el
evangelio de la mujer adúltera, te pido, ya desde el principio, que me des un
corazón grande como el tuyo para saber comprender y perdonar. Y también una
mente sana y sin prejuicios para saber juzgar. Tú veías la miseria de esa
mujer. su fragilidad, y te llevaba a la compasión. Pero también veías la
ruindad de aquellos hombres que estaban dispuestos a castigar en la mujer los
mismos pecados que ellos habían cometido como hombres. Y te llenabas de santa
indignación. Una y otra vez te diré: soy pecador. Pero no consientas que ni una
sola vez sea un vil hipócrita.
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En
aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó
de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y Él, sentado entre
ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a Él, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?"
Le
preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó
y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se
incorporó y les dijo: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire
la primera piedra". Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al
oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro,
empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que
estaba de pie, junto a Él.
Entonces
Jesús se enderezó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
¿Nadie te ha condenado?" Ella le contestó: "Nadie, Señor". Y
Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy contemplamos en el Evangelio
el rostro misericordioso de Jesús. Dios es Amor, y Amor que perdona, Amor que
se compadece de nuestras flaquezas, Amor que salva. Los maestros de la Ley de
Moisés y los fariseos «le llevan una mujer sorprendida en adulterio» y piden al
Señor: «¿Tú qué dices?». No les interesa tanto seguir una enseñanza de Jesús
como poderlo acusar de que va contra de la Ley de Moisés. Pero el Maestro
aprovecha esta ocasión para manifestar que Él ha venido a buscar a los
pecadores, a enderezar a los caídos, a llamarlos a la conversión y a la
penitencia. Y éste es el mensaje de la Cuaresma para nosotros, ya que todos
somos pecadores y todos necesitamos de la gracia salvadora de Dios.
Se
dice que hoy día se ha perdido el sentido del pecado. Muchos no saben lo que
está bien o mal, ni por qué. Es lo mismo que decir —en forma positiva— que se
ha perdido el sentido del Amor a Dios: del Amor que Dios nos tiene, y —por
nuestra parte— la correspondencia que este Amor pide. Quien ama no ofende.
Quien se sabe amado y perdonado, vuelve amor por Amor: «Preguntaron al Amigo
cuál era la fuente del amor. Respondió que aquella donde el Amado nos ha lavado
nuestras culpas» (Ramon Llull).
Por
esto, el sentido de la conversión y de la penitencia propias de la Cuaresma es
ponernos cara a cara ante Dios, mirar a los ojos del Señor en la Cruz, acudir a
manifestarle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia.
Y como a la mujer del Evangelio, Jesús nos dirá: «Tampoco yo te condeno... En
adelante no peques más». Dios perdona, y esto conlleva por nuestra parte una
exigencia, un compromiso: ¡No peques más!
Para la reflexión personal
a) ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros?
¿Qué significa en nuestras vidas?
b) ¿Cómo experimentamos la presencia de Jesús en la
misión que nos encomienda cada día?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía, Refugio de los pecadores: enséñame a
ser un buen administrador de la misericordia de Dios, ayudando a mis hermanos a
combatir el pecado, al mismo tiempo que me esfuerzo por acudir yo a esa fuente
de gracia que es la Confesión.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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