+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, me impresiona la paciencia y la
tenacidad de ese hombre que llevaba 38 años enfermo y no había perdido la
esperanza. Treinta y ocho años esperando a un hombre que le bajara a la
piscina. Me da vergüenza decir que yo llevo más de esos años con el alma
enferma y no he sentido necesidad de buscar en ti, al hombre que
necesito. Pero hoy quiero cambiar. Quiero que seas Tú ese hombre que me
diga: !levántate, y anda!
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16
Era
un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en
Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en
hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y
ocho años enfermo.
Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: "¿Quieres curarte?" Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y anda". Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Aquel
día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado:
"No te es lícito cargar tu camilla". Pero él contestó: "El que
me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’ ". Ellos le preguntaron:
"¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?" Pero el que
había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la
muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: "Mira, ya
quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor".
Aquel
hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por
eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, san Juan nos habla de la
escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera de un
hospital de trauma: «Yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos,
paralíticos». Jesús se dejó caer por allí.
¡Es
curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo
para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en
cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala
baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere
entender.
El
protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres
curarte?», le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había
encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de
la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate,
toma tu camilla y anda». Fue cuestión de un instante.
La
voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico,
gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina
de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se
restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo
enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta
el poder de Dios por medio del agua.
El
paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia
de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos,
aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor,
una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces
de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay
que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las
aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo
podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.
Para la reflexión personal
a) ¿Cómo se comporta Jesús en este episodio?
b) Contemplando la actitud de Jesús, ¿Cómo es
nuestra actitud ante aquellos que se encuentran solos en este mundo?
c) ¿Dónde buscamos nuestra sanación?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: soy
consciente de mi configuración con tu Hijo. Soy Cristo que pasa cuando cumplo
con mi ministerio.
Soy
un instrumento en manos de Jesús, capaz de obrar milagros. Él me ha sanado y
quiere que me levante para estar a su servicio. Ayúdame a cumplir bien con mi
misión.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero
Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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