+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy me quieres dar una lección de autoridad, pero no como la entiende el mundo
sino como la entiendes Tú. Para Ti la autoridad es servicio gozoso y
desinteresado. Jamás has usado tu autoridad como Hijo de Dios, para beneficio
tuyo personal. Tú no entiendes la autoridad como un camino de ascenso sino de
descenso: bajas en el bautismo a las aguas del Jordán para meterte en el rio de
nuestra historia, y así purificarnos de nuestros egoísmos y vanidades y
elevarnos a la categoría de hijos de Dios.
Del santo Evangelio según san Marcos 11, 27-33
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron de nuevo a Jerusalén, y mientras
Jesús caminaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos, y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces todo
esto? ¿Quién te ha dado autoridad para actuar así?"
Jesús les respondió: "Les voy a hacer una pregunta. Si me la contestan yo les diré con qué autoridad hago todo esto. El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contéstenme".
Ellos
se pusieron a razonar entre sí: "Si le decimos que de Dios, nos dirá:
‘Entonces ¿por qué no le creyeron?’ y, ¿si le decimos que de los hombres?"
Pero, como le tenían miedo a la multitud, pues todos consideraban a Juan como
verdadero profeta, le respondieron a Jesús: "No lo sabemos". Entonces
Jesús les replicó: "Pues tampoco yo les diré con qué autoridad hago todo
esto".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, el Evangelio nos pide que
pensemos con qué intención vamos a ver a Jesús. Hay quien va sin fe, sin
reconocer su autoridad: por eso, «se le acercan los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién
te ha dado tal autoridad para hacerlo?’».
Si
no tratamos a Dios en la oración, no tendremos fe. Pero, como dice san Gregorio
Magno, «cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en
nuestro corazón y recobramos la vista perdida». Si tenemos buena disposición,
aunque estemos en un error, viendo que la otra persona tiene razón, acogeremos
sus palabras. Si tenemos buena intención, aunque arrastremos el peso del
pecado, cuando hagamos oración Dios nos hará comprender nuestra miseria, para
que nos reconciliemos con Él, pidiendo perdón de todo corazón y por medio del
sacramento de la penitencia.
La
fe y la oración van juntas. Nos dice san Agustín que, «si la fe falta, la
oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la
fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la
fe». Si tenemos buena intención, y acudimos a Jesús, descubriremos quién es y
entenderemos su palabra, cuando nos pregunte: «El bautismo de Juan, ¿era del
cielo o de los hombres?». Por la fe, sabemos que era del cielo, y que su
autoridad le viene de su Padre, que es Dios, y de Él mismo porque es la segunda
Persona de la Santísima Trinidad.
Porque
sabemos que Jesús es el único salvador del mundo, acudimos a su Madre que
también es Madre nuestra, para que deseando acoger la palabra y la vida de
Jesús, con buena intención y buena voluntad, tengamos la paz y la alegría de
los hijos de Dios.
Para la reflexión personal
Jesús sabe que él está en la verdad,
por eso no se esconde de los sumos sacerdotes, sino que va a su encuentro, por
eso regresa al templo.
a)
¿Qué supone para cada uno de nosotros vivir nuestra vida con
autenticidad?
b)
La «autoridad» con la que hacemos las cosas, ¿es servicio, amor
por los demás o simplemente la ejercemos sin pasión, por puras relaciones
personales o laborales?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: me resulta fácil imaginarte todo el tiempo
haciendo oración. Eras la llena de gracia desde tu concepción inmaculada, y por
eso tu trato con Dios era constante, y estabas llena de fe, de esperanza y de
amor.
Te
pido que me acompañes a mí en mi oración, para que sea más eficaz.
Ya
sé que al celebrar la Santa Misa siempre estás a mi lado, como cuando estuviste
junto a la Cruz de Jesús. Ayúdame a no olvidar esa presencia tuya, que me da
consuelo.
Y
también a tener presente que tú eres la Omnipotencia Suplicante. Todo lo puede
tu intercesión ante Dios.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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