domingo, 30 de mayo de 2021

Vayan y enseñen.

 + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Cuando éramos niños nos explicaban este misterio con aquella anécdota que se cuenta de San Agustín. Mientras paseaba por la playa pensando en este misterio, se le apareció un ángel, en forma de niño. Le pregunta Agustín: ¿Qué haces ahí? Le contestó: estoy tratando de trasvasar toda el agua del mar a este pocito que yo he hecho en la arena. ¡Eso es imposible! Pues más imposible es que tú puedas entender el misterio de la Trinidad. Me sirve ese ejemplo con tal de que ese Misterio no sea para la cabeza sino para el corazón. Es imposible comprender lo que Dios nos ama. Es un misterio, pero un misterio de amor. Un mar inmenso de amor que nos rebasa, nos trasciende y nos inunda.

 

Del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.


Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

h Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo».

El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: su santificación». Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).

Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.

Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).

 

Para la reflexión personal

En los Hechos de los Apóstoles 2, 38 Pedro habla del bautismo en el nombre del Señor Jesús. Aquí se habla del bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

a)    ¿Cuál es la diferencia entre estas tres afirmaciones, o acaso se trata de un mismo bautismo?

 

b)   ¿Cuál es exactamente la misión que Jesús confiere a los Once?

 

c)   ¿Cuál es hoy la misión de nuestras comunidades como discípulos de Jesús?

 

d)   Según el texto, ¿Dónde podemos encontrarla fuerza y el valor para cumplir nuestra misión?

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/t4dob

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre mía, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo, más que tú, sólo Dios.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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