+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
qué hermosas palabras las que nos dices en tu evangelio: Has rogado para que
tengamos paz en Ti. Yo no vengo a rezar. ¡Pobre de mí! Yo vengo a que seas Tú
mismo el que reces dentro de mí. Yo tampoco quiero mi paz, sino la tuya, la que
Tú me das. Mi paz es movediza, como las aguas superficiales del mar. La tuya es
estable, oceánica, como las aguas profundas. Señor, dame siempre de esa paz.
Del santo
Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: "Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios".
Les
contestó Jesús: "¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún,
ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin
embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas
cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero
tengan valor, porque yo he vencido al mundo".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy podemos tener la sensación
de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay muchas noticias que van en
contra de la fortaleza que querríamos recibir de la vida fundamentada
íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de
la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de todo lo que
suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No obstante, este
conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud
personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No
será por esto que, hoy, las personas van por la calle enfurruñadas, cerradas y
preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han
hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de
hecho, no se pueden permitir?
Las
palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo»,
es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna,
aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido
todos los límites y ha superado todas las dificultades.
Los
de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de
que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y
resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual
de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la
persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos
a causa de nuestra fragilidad humana?
Pero
«sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó». Seamos testigos del
amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas grandes» y nos ha
dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo
nos comunica su Espíritu Santo.
Para la reflexión
personal
a) ¿Qué nos sugieren las palabras finales de este
evangelio?
b) ¿De qué manera hemos experimentado la paz de la
que habla Jesús?
Medita la oración
hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo
a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro,
un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María,
nuestra Madre, su ayuda.
Madre
nuestra, Auxilio de los cristianos: hay
muchos frentes en los que debemos combatir. Necesitamos armas y escudos, para
ser victoriosos en la batalla. Tú eres nuestro auxilio, como lo has demostrado
tantas veces a lo largo de la historia de la Iglesia y de nuestra propia vida.
Las
batallas son internas y externas. En todas debemos vencer. Nos sabemos soldados
de Cristo Rey, que ya ha vencido al mundo, y tú eres nuestra Reina, que combate
también a nuestro lado. Nos has dado el arma poderosa del Santo Rosario, y
tantas otras más.
Nos
estamos preparando ahora, junto contigo, para recibir al Espíritu Santo en la
fiesta de Pentecostés. Él nos dará el valor, la fortaleza, para luchar.
Ayúdanos, Madre, para estar bien dispuestos, y poder así recibir sus dones y
luces para combatir y salir siempre victoriosos.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración nuestra
de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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