domingo, 16 de mayo de 2021

Vayan por todo el mundo.

 + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

 

Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación». Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo (J.A. Pagola).

 

Del santo Evangelio según san Juan 16, 15-20


En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvara; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañaran a los que hayan creído; arrojan demonios en mi nombre, hablan lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben el veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y estos quedaran sano”.

El Señor Jesús, después de hablarles subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

h Hoy en esta solemnidad, se nos ofrece una palabra de salvación como nunca la hayamos podido imaginar. El Señor Jesús no solamente ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, sino que, además, ¡ha sido llevado a la gloria de Dios! Por esto, el camino de retorno al Padre, aquel camino que habíamos perdido y que se nos abría en el misterio de Navidad, ha quedado irrevocablemente ofrecido en el día de hoy, después que Cristo se haya dado totalmente al Padre en la Cruz.

¿Ofrecido? Ofrecido, sí. Porque el Señor Jesucristo, antes de ser llevado al cielo, ha enviado a sus discípulos amados, los Apóstoles, a invitar a todos los hombres a creer en Él, para poder llegar allá donde Él está. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16,15-16).

Esta salvación que se nos da consiste, finalmente, en vivir la vida misma de Dios, como nos dice el Evangelio según san Juan: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Pero aquello que se da por amor ha de ser aceptado en el amor para poder ser recibido como don. Jesucristo, pues, a quien no hemos visto, quiere que le ofrezcamos nuestro amor a través de nuestra fe, que recibimos escuchando la palabra de sus ministros, a quienes sí podemos ver y sentir. «Nosotros creemos en aquel que no hemos visto. Lo han anunciado aquellos que le han visto. (...) Quien ha prometido es fiel y no engaña: no faltes en tu confianza, sino espera en su promesa. (...) ¡Conserva la fe!» (San Agustín). Si la fe es una oferta de amor a Jesucristo, conservarla y hacerla crecer hace que aumente en nosotros la caridad.

¡Ofrezcamos, pues, al Señor nuestra fe!

 

Para la reflexión personal

 

a)     ¿Qué señales hacen creíble en nuestro mundo de hoy el anuncio del Evangelio?

 

b)    ¿Cuáles lo dificultan?

 

c)    ¿A qué nos compromete el mandato de Jesús y su invitación a proclamar la buena noticia?

 

Medita la oración hecha canción.

 

https://n9.cl/hjfvm

 

 

ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

 

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

 

 

Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.

Madre nuestra, Reina del Cielo: ¡alégrate, Virgen María! Has visto con tus benditos ojos cómo se iba al Cielo tu Hijo Jesús, de quien fuiste una digna morada, y que ahora vuelve a su morada eterna junto al Padre y al Espíritu Santo.

En los discípulos de Jesús había una mezcla de gozo y de tristeza. Gozosos, por la alegría de ser testigos del triunfo de nuestro Señor, y tristes porque ya no iba a estar con ellos de la misma manera que antes, aunque prometió su asistencia cotidiana hasta el fin del mundo.

Era importante tu presencia junto a ellos para fortalecer su ánimo en la espera de la venida del Espíritu Santo. Tú dabas testimonio de que en todo se cumplían las Escrituras, y la promesa de tu Hijo estaba presente: iba a llegar el Consolador, el Espíritu de verdad, que les enseñaría todas las cosas y les daría la fortaleza necesaria para cumplir con su misión.

Así ahora, Madre, te necesitamos. Sabemos que miras a tus hijos sacerdotes como a Juan, el discípulo predilecto de Jesús, que te llevó a su casa. Nosotros también lo hemos hecho, porque necesitamos tu compañía. Te pedimos tu intercesión, para que el Santo Paráclito derrame sus dones en nuestro corazón, y nos llene de Él, para ir con alegría por todo el mundo a transmitir, con nuestra vida y nuestra palabra, el mensaje de Cristo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Padre José Luis Romero Landeros IJS

 

 

Referencias:

Espada de dos filos.

Mi vida en Xto.

La oración nuestra de cada día.

Jóvenes católicos.

Ocarm.

Rezandovoy

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