+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor,
hoy en mi oración sólo te pido una cosa: que llegue a comprender tu mensaje, el
proyecto del Padre sobre la humanidad, que llegue a descubrir aquello que más
le agrada al Padre: el vernos unidos; y también lo que más le duele: el que
rompamos esa unidad.
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame "maestros".
Ustedes,
en cambio, no dejen que los llamen "maestros", porque no tienen más
que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo
llamen "padre", porque el Padre de ustedes es sólo el Padre
celestial. No se dejen llamar "guías", porque el guía de ustedes es
solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que
se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, Jesucristo nos dirige
nuevamente una llamada a la humildad, una invitación a situarnos en el
verdadero lugar que nos corresponde: «No se dejen llamar “Rabbí” (...); ni llamen
a nadie “Padre” (...); ni tampoco se dejen llamar “Guías”». Antes de
apropiarnos de todos estos títulos, procuremos dar gracias a Dios por todo lo
que tenemos y que de Él hemos recibido.
Como
dice san Pablo, «¿qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a
qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?». De manera que, cuando tengamos
conciencia de haber actuado correctamente, haremos bien en repetir: «Somos
siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
El
hombre moderno padece una lamentable amnesia: vivimos y actuamos como si
nosotros mismos hubiésemos sido los autores de la vida y los creadores del
mundo. Por contraste, causa admiración Aristóteles, el cual —en su teología
natural— desconocía el concepto de la “creación” (noción conocida en aquellos
tiempos sólo por Revelación divina), pero, por lo menos, tenía claro que este
mundo dependía de la Divinidad (la “Causa incausada”). San Juan Pablo II nos
llama a conservar la memoria de la deuda que tenemos contraída con nuestro
Dios: «Es preciso que el hombre dé honor al Creador ofreciendo, en una acción
de gracias y de alabanza, todo lo que de Él ha recibido. El hombre no puede
perder el sentido de esta deuda, que solamente él, entre todas las otras
realidades terrestres, puede reconocer».
Además,
pensando en la vida sobrenatural, nuestra colaboración —¡Él no hará nada sin
nuestro permiso, sin nuestro esfuerzo!— consiste en no estorbar la labor del
Espíritu Santo: ¡dejar hacer a Dios!; que la santidad no la “fabricamos” nosotros,
sino que la otorga Él, que es Maestro, Padre y Guía. En todo caso, si creemos
que somos y tenemos algo, esmerémonos en ponerlo al servicio de los demás: «El
mayor entre ustedes será su servidor».
Para la reflexión personal
«Hacen todo para
que les vea la gente» y «No hacen lo que dicen».
Estas
advertencias de Jesús nos deben hacer reflexionar:
a) ¿En
qué medida las actitudes que censura Jesús en los fariseos existen hoy en el
seno de nuestra Iglesia?
b) ¿Con
qué actitudes de las que aparecen en el texto nos sentimos más identificados?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre
mía: enséñame
a ver en la Sagrada Eucaristía la más grande muestra de amor de tu Hijo, la más
grande humillación.
Humildad
de Jesús que permite que lo abandonen sus discípulos, que lo dejen solo en el
Calvario; igual que permite ese abandono en algunos sagrarios, cuando falta
amor.
Madre
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a no dejar solo a Jesús, a
acompañarlo siempre, como lo haces tú; déjame entrar a tu corazón, y modela mi
alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración nuestra
de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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