+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“Para los judíos, el hecho de que una
persona fuera sorda o muda o ciega o coja, no era solo un problema de salud
sino, sobre todo, un problema religioso. Esa carencia era signo de que, en él,
las fuerzas del mal prevalecían sobre las del bien, que Dios le había
abandonado. Ahora bien, si Dios lo había abandonado, la institución religiosa
estaba obligada a hacer lo mismo. Eran, por tanto, marginados por la religión,
que era la mayor desgracia que podía recaer sobre una persona. Jesús, con su
actitud, manifiesta que Dios está más cerca de los marginados. Al curarlos,
Jesús les está sacando de su marginación religiosa, demostrando que Dios no
margina a nadie y que, a veces, la religión no ha obrado en su nombre.”
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo,
salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea,
atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y
tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado
de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva.
Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
“¡Effetá!”. (Que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no
lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo
proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace
oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, la liturgia nos lleva a la
contemplación de la curación de un hombre «sordo que, además, hablaba con
dificultad». Como en muchas otras ocasiones (el ciego de Betsaida, el ciego de
Jerusalén, etc.), el Señor acompaña el milagro con una serie de gestos
externos. Los Padres de la Iglesia ven resaltada en este hecho la participación
mediadora de la Humanidad de Cristo en sus milagros. Una mediación que se
realiza en una doble dirección: por un lado, el “abajamiento” y la cercanía del
Verbo encarnado hacia nosotros (el toque de sus dedos, la profundidad de su
mirada, su voz dulce y próxima); por otro lado, el intento de despertar en el
hombre la confianza, la fe y la conversión del corazón.
En efecto, las
curaciones de los enfermos que Jesús realiza van mucho más allá que el mero
paliar el dolor o devolver la salud. Se dirigen a conseguir en los que Él ama
la ruptura con la ceguera, la sordera o la inmovilidad anquilosada del
espíritu. Y, en último término, una verdadera comunión de fe y de amor.
Al mismo tiempo
vemos cómo la reacción agradecida de los receptores del don divino es la de
proclamar la misericordia de Dios: «Cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos
lo publicaban». Dan testimonio del don divino, experimentan con hondura su
misericordia y se llenan de una profunda y genuina gratitud.
También para todos
nosotros es de una importancia decisiva el sabernos y sentirnos amados por
Dios, la certeza de ser objeto de su misericordia infinita. Éste es el gran
motor de la generosidad y el amor que Él nos pide. Muchos son los caminos por
los que este descubrimiento ha de realizarse en nosotros. A veces será la
experiencia intensa y repentina del milagro y, más frecuentemente, el paulatino
descubrimiento de que toda nuestra vida es un milagro de amor. En todo caso, es
preciso que se den las condiciones de la conciencia de nuestra indigencia, una
verdadera humildad y la capacidad de escuchar reflexivamente la voz de Dios.
Para la reflexión personal
a) ¿Cuál es la
conducta de Jesús frente al sordomudo y de frente al pueblo?
b) ¿Cómo entiendes tú
los gestos de Jesús: le puso los dedos en los oídos y con saliva le tocó la
lengua; mirando después al cielo, emitió un suspiro y dijo: «Effetá»?
c) ¿Como entender la
preocupación de Jesús que lleva al hombre lejos de la gente?
d) ¿Por qué Jesús
prohíbe la divulgación?
e) ¿Cómo entender la
desobediencia del pueblo al mandato de Jesús?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía, medianera de todas
las gracias, Santa María de Guadalupe: el pueblo cristiano te imagina
siempre, sobre todo a la hora del rezo del Ángelus, que recibiste la embajada
del arcángel san Gabriel cuando estabas haciendo oración. Era lo habitual en
ti: mantener un diálogo abierto con Dios, conociendo su voluntad, y bien
dispuesta a cumplirla. Por eso Jesús te puso como modelo de quien escucha la
palabra de Dios y la pone en práctica.
Ayúdame a mí,
Madre, a tener abiertos mis oídos y mis labios, para poder recibir y
corresponder bien, asumiendo mi responsabilidad, a las gracias que Dios me da.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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