+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Así define Jesús el discipulado:
“Negarse a sí mismo”. Este primer paso no es
exclusivo de los cristianos. Es necesario para cualquier persona creyente o no
creyente, que quiera alcanzar la madurez.
“Cargar con la Cruz”. Tampoco este paso nos
define todavía como cristianos. Tarde o temprano, a toda persona le aguarda el
dolor en algún recodo del camino. Asumir la propia cruz le ayudará a reobrar el
equilibrio y la paz del corazón.
“Seguir al Señor”. Los pasos anteriores
pueden darse con el temple y el talante de los estoicos o de los atletas. Lo
que de verdad nos hace cristianos es seguir a Jesucristo, hacer nuestro su
estilo de vida y las razones por las que Él ha vivido y ha muerto.
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesárea de Filipo. Por
el camino les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que
Elías; y otros, que alguno de los profetas".
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?". Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías". Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a
explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera
entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera
claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió,
y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras:
"¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los
hombres".
Después llamó a la
multitud y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venir conmigo, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera
salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará"
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy día nos encontramos con situaciones
similares a la descrita en este pasaje evangélico. Si, ahora mismo, Dios nos
preguntara «¿quién dicen los hombres que soy yo?», tendríamos que informarle
acerca de todo tipo de respuestas, incluso pintorescas. Bastaría con echar una
ojeada a lo que se ventila y airea en los más variados medios de comunicación.
Sólo que… ya han pasado más de veinte siglos de “tiempo de la Iglesia”. Después
de tantos años, nos dolemos y —con santa Faustina— nos quejamos ante Jesús:
«¿Por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?».
Jesús, en aquella
ocasión de la confesión de fe hecha por Simón Pedro, «les mandó enérgicamente que
a nadie hablaran acerca de Él». Su condición mesiánica debía ser transmitida al
pueblo judío con una pedagogía progresiva. Más tarde llegaría el momento cumbre
en que Jesucristo declararía —de una vez para siempre— que Él era el Mesías:
«Yo soy». Desde entonces, ya no hay excusa para no declararle ni reconocerle
como el Hijo de Dios venido al mundo por nuestra salvación. Más aún: todos los
bautizados tenemos ese gozoso deber “sacerdotal” de predicar el Evangelio por
todo el mundo y a toda criatura. Esta llamada a la predicación de la Buena
Nueva es tanto más urgente si tenemos en cuenta que acerca de Él se siguen
profiriendo todo tipo de opiniones equivocadas, incluso blasfemas.
Pero el anuncio de
su mesianidad y del advenimiento de su Reino pasa por la Cruz. En efecto,
Jesucristo «comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho», y
el Catecismo nos recuerda que «la Iglesia avanza en su peregrinación a través
de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios». He aquí, pues, el
camino para seguir a Cristo y darlo a conocer: «Si alguno quiere venir en pos
de mí (…) tome su cruz y sígame».
Para la reflexión personal
Una de las mayores dificultades de los primeros cristianos
fue aceptar un Mesías crucificado, es decir, aceptar que el Mesías ha de pasar
por el sufrimiento para llegar a la gloria. Esta dificultad también la plantea
Pedro en el evangelio de hoy.
a)
¿Quién es para nosotros Jesús?
b) ¿Cómo integramos el sufrimiento y el
dolor en nuestro camino de seguimiento?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía, Virgen dolorosa: tú me diste el
mejor ejemplo de amor a la cruz, permaneciendo firme junto a Jesús en el
Calvario. Ayúdame a estar siempre atado a la Cruz de tu Hijo, para corredimir
con Él.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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