+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, Tú has sido
el único que has podido elegir a tu propia madre. Y, lógicamente, la has
elegido como Dios: la más bella, la más dulce, la más tierna, la más bondadosa,
la más amable, la más misericordiosa. Y, al elegirla, has roto todos nuestros
esquemas. No has ido ni a la sabia Grecia ni a la opulenta Roma sino a una
aldea insignificante, a Nazaret, a una mujer humilde y sencilla. ¡Tú la
miraste! Y, desde entonces, ya no ha sucedido en este mundo nada más bello como
esa mirada.
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Reflexión
h
Hoy, en la fiesta de Nuestra Señora, la
Virgen de los Dolores, escuchamos unas palabras punzantes en boca del anciano
Simeón: «¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!». Afirmación que, en
su contexto, no apunta únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su
ministerio, que provocará una división en el pueblo de Israel, y por lo tanto
un dolor interno en María. A lo largo de la vida pública de Jesús, María
experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las
autoridades del pueblo y amenazado de muerte.
María, como todo
discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares en otro
contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al Hijo, y ha
de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun cuando había nacido de
Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su carne para poder ir
transformándose a imagen de Jesucristo. Pero el momento fuerte del sufrimiento
de María, en el que Ella vive más intensamente la cruz es el momento de la
crucifixión y la muerte de Jesús.
También en el
dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al
participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san
Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el
momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo
para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de
Cristo, también está unida a su resurrección. La perseverancia de María en el
dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación
en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el camino de la
fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a
participar con Ella en esta gran aventura.
Para la reflexión personal
María a los pies de la Cruz. Mujer fuerte y silenciosa.
¿Cómo es mi devoción a María, la madre de Jesús?
En la Pietá de Miguel Ángel, María aparece bien joven, más
joven que su hijo crucificado, cuando ya tenía que tener como mínimo alrededor
de 50 años.
Al preguntarle al escultor porqué había esculpido el
rostro de María tan joven, Miguel Ángel contestó: “Las personas apasionadas por
Dios no envejecen nunca”. ¡Apasionada por Dios! ¿Hay en mí esta pasión?
Medita la oración hecha canción.
ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y
es el momento de decirle algo al Señor.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, su ayuda.
Madre mía: tú permaneciste de
pie, firme, fuerte, entera, porque en ti era la fortaleza, la piedad, la
sabiduría, el entendimiento, el consejo, la ciencia; pero, sobre todo, el temor
de Dios.
Tus lágrimas se
derraman sin cesar, y son preciosas. Tu manto negro enmarca tu rostro hermoso y
doloroso, con tu mirada puesta hacia arriba, fija en los ojos de tu Hijo, que
está frente a ti, crucificado en una cruz, con el cuerpo inmolado y el rostro
desfigurado, pero que tiene su mirada concentrada y fija en los ojos de la
creatura que tanto ama, y que permanece a su lado junto a ti, a pesar de que
todos lo habían abandonado.
Yo quiero
acompañarte, aceptándolo todo, entregando mi vida sin buscar mi propio interés
sino el de los demás, y decir sí, para ser la esperanza de aquél que siendo de
condición divina no codició ser igual a Dios, sino que, rebajándose, se hizo
esclavo y, asumiendo la naturaleza humana, se hizo obediente hasta la muerte, y
una muerte de cruz, para la salvación de todos los hombres y de todas las
generaciones, sus amigos y sus enemigos, los que lo habían amado, los que lo
habían acompañado, los que lo habían traicionado, los que lo habían
despreciado, los que lo habían condenado injustamente, los que lo habían
crucificado, los que lo habían abandonado.
Tú sostuviste su
entrega en la perseverancia; compadecías su dolor; compartías su fe, su
esperanza y su amor; y, teniendo sus mismos sentimientos, compartías también su
sed y sus deseos. Te mostraste Madre.
Yo quiero pedirte
que te muestres Madre también conmigo.
Amén.
+ En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre José Luis Romero Landeros IJS
Referencias:
Espada de dos
filos.
Mi vida en Xto.
La oración
nuestra de cada día.
Jóvenes
católicos.
Ocarm.
Rezandovoy
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